Es habitual que las series de ficción levanten hondonadas andanadas de protestas cada vez que empiezan a funcionar y siempre hay alguna asociación capaz de encontrar motivos en las ficciones que pervierten la realidad que defienden. Yo no soy partidaria de pedir la retirada de ningún espacio, para eso está el mando a distancia, pero últimamente se están dando casos de programas en los que se tratan temas de incidencia social con un frivolidad y una falta de rigor aplastante.
Las cadenas son muy libres hacer los programas que quieran y la falta de responsabilidad en los contenidos, en los mensajes, hace que nos encontremos a cualquier hora tratamientos infames, insultantes, agresivos. Una cosa es que se plantee un programa de testimonios en el que el mismo formato indica que lo que se vierten son opiniones subjetivas, pero elevar a categoría de verdad las teorías sin fundamento de una pandilla de descerebrados, como hacen en No es programa para viejos, creo que es una perversión. ¿Sería pedir demasiado que sobreimpresionasen un rótulo advirtiendo de que todo lo que se está diciendo son puntos de vista?
Estoy de acuerdo en que los padres tienen que vigilar lo que ven los hijos, en que el televisor no es una canguro barata y el resto de afirmaciones de este tipo, pero ¿exime esto a las televisiones de purgar sus propios contenidos? Viendo como está el patio, ¿pensáis que es momento de empezar a poner un límite? Desde hace unos meses es obligatorio indicar el teléfono de atención a las víctimas de malos tratos cuando se habla del tema. ¿Lo pusieron en La Noria cuando hablaron con la señora esa? ¿Lo ponen cada tarde en Está pasando?
En ¡Vaya Tele! | Está pasando, el sensacionalismo disfrazado de actualidad