Antena 3 cierra esta noche la segunda temporada de 'El número uno', el talent show de la cadena que volvió por sorpresa a la parrilla en la recta final de la temporada. Para el regreso se anunciaron cambios, como la renovación de las caras del jurado y un nuevo día de emisión, que intentaría reflotar la audiencia de Antena 3 en uno de sus prime times más complicados. De esta manera, 'El número uno' volvió a abrir sus puertas cargando con las sombras que ya demostró el formato en su primera edición, lo que provocó que muchos nos enfrentáramos a su regreso con algo de miedo.
No es para menos, teniendo en cuenta la difícil competencia que Antena 3 tiene en la noche del viernes, un prime time que se ha convertido en todo un infierno para 'El número uno'. El programa de Paula Vázquez no ha obtenido unos datos decentes y se ha ido desplomando con el paso de las semanas hasta bajar del 10% de share. Debido a estos datos, la reducción del número de galas y los fallos para transmitir algo de emoción, la segunda edición de 'El número uno' se ha erigido como aquella que nunca debió prepararse, sobre todo si valoramos que su desarrollo no ha aportado nada a los concursantes, a la cadena y sobre todo a los espectadores.
Las galas se han sucedido sin conseguir entusiasmar a una audiencia que no ha encontrado en este "renovado" talent show un motivo por el que mereciera la pena permanecer enganchado. Lo único salvable, la mezcla de estilos de los concursantes, algunas de sus actuaciones y las escasas canciones interpretadas por los miembros del jurado, que se han atrevido a dar el paso que el año pasado no fueron capaces de realizar como merecíamos. Del resto poco podemos decir, o al menos nada bueno, ya que el programa no ha sabido transmitir ni un ápice de emoción a lo largo de su desarrollo (la manera en la que los concursantes se han ido eliminando es un buen ejemplo de ello).
Hasta Paula Vázquez se ha encontrado más distraída de lo normal en una edición que ha contado con todos los infortunios posibles: enfermedad de presentadora, incompatibilidad de agendas de los miembros del jurado para asistir a alguna gala (un hecho insólito si tenemos en cuenta que solo se trataba de seis semanas), la marcha forzada de una concursante y hasta unos plomos fundidos que dejaron a oscuras su emisión la semana pasada (algo de lo que no tiene culpa nadie pero que aumenta las desgracias que el espectador ha vivido esta temporada).
Todo ello se ha dado en un programa que nació sin la capacidad de sorprender y con una meta corta que advertía que aquello se trataba de algo por lo que se había apostado con mucha menos confianza que la depositada en otros espacios. Eso al final se ha acabado notando, sobre todo en la recta final que ha vivido 'El número uno', en la que aún quedaban más de la mitad de los concursantes que iniciaron su andadura en el talent show. Nada que nos llevara a pensar que estábamos ante un show emocionante dispuesto a arriesgar. En cambio, nos hemos encontrado una mecánica con sombras, como el reto al que los concursantes se han enfrentado cada semana en el que a veces se apoyaba en la capacidad para convencer a las personas de que les votaran y no en su valoración como artistas.
Pocas cosas han funcionado correctamente en la segunda edición de 'El número uno', que esta noche emitirá la gala final en la que se proclamará al ganador y en la que se despedirá, suponemos que para siempre. A estas alturas aún no he decidido si seguiré el programa, que no cuenta con ningún elemento para llamar mi atención. Seis semanas después lo único que tengo claro es que la edición express del talent show no ha sido positiva para ninguna de las partes en cuestión (incluso los concursantes podrían haber obtenido más fortuna si hubiesen sido elegidos para otros programas), por lo que dudo mucho de que haya merecido la pena llegar hasta aquí.
En ¡Vaya tele! | 'El número uno', el más difícil todavía
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