Quizá sea porque llevábamos mucho esperando su estreno, o quizá sea porque estamos tan acostumbrados a productos patrios tan desechables que a la mínima que nos den un poquito de calidad nos volvemos locos, pero lo cierto es que el estreno de ‘Gran Hotel‘ me ha encantado. A mí y a casi todo el que la vio anoche en Antena 3, encontrándonos un producto cuidado, detallado, bien montado y planteado; una serie que no hace aguas por ningún lado, mezclando en la dosis justa toda una serie de elementos que, aunque no aportan nada nuevo a lo que ya hemos visto en otras partes, enganchan como si fuera la primera vez.
‘Gran Hotel‘ parece un compendio de elementos sacados de otras series. Desde ‘Downton Abbey’, de la que bebe directamente por mucho que se empeñen en negar, hasta ‘La Señora’, ‘La República’, un toquecito de ‘Motivos Personales’ (la escena inicial del hotel es muy parecida a la de los Laboratorios Acosta) y hasta recuerda a un clásico del cine como ‘Titanic’. En general, toda esta historia de las diferencias entre clases sociales, con ricos y pobres, amor entre jóvenes de distintos orígenes y villanos dispuestos a todo por evitarlo viene de lejos, pero no por ello luce menos aquí. Todo lo contrario, nos añaden un misterio que supone la guinda definitiva para terminar de engancharse definitivamente.
El argumento de ‘Gran Hotel’ es de sobra conocido por todos, y tiene como punto de partida la llegada del joven Julio (Yon González) al hotel de la familia Alarcón con el objetivo de investigar la misteriosa desaparición de su hermana. Este capítulo inicial poco o nada nos ha avanzado sobre este misterio, sino que como todo episodio piloto se dedica a poner las cartas sobre la mesa, a definir a los personajes por encima de la historia principal, a crear lazos de cara al futuro y a ponerlo todo patas arriba para los próximos episodios.
Pero más alla de que la historia sea más o menos buena, a la mayoría de los espectadores nos ha sorprendido la calidad visual de ‘Gran Hotel’. Su capacidad de enganchar no se basa sólo en su historia, casi de telenovela en algunos aspectos, sino en el esqueleto de la serie, en la gente que está detrás de ella tanto en vestuario, producción, realización, montaje, fotografía, guión, música y, por supuesto, en el elenco protagonista. Yon González ha madurado muchísimo desde aquel niño malote de ‘El Internado’, y aquí nos confirma lo que ya demostró en ‘Gran Reserva’, que lo suyo no es sólo una cara bonita.
Dejando a un lado las evidentes limitaciones de Amaia Salamanca, nos encontramos un excelente reparto de secundarios formado por actores y actrices veteranos como Concha Velasco, que de momento sólo ha dado unas pequeñas pinceladas en este episodio; Manuel de Blas, cuyo papel de maître le viene como anillo al dedo; y Asunción Balaguer (nuestra Maggie Smith particular), la huésped permanente del hotel, que en lo poco que ha aparecido en este primer capítulo ha dejado huella. Sólo me chirría en algunas ocasiones la actitud algo sobreactuada y fuera de lugar de Adriana Ozores, incapaz de imprimir a los diálogos la fluidez que tienen ya de base, pero que aun así ha conseguido crear a una matriarca autoritaria con sus momentazos.
Y sin poder evitarlo, ‘Gran Hotel’ peca de lo que pecan absolutamente todas las series españolas. En primer lugar, su duración, con sus casi 70 minutos de rigor que, aun así, no cansan en ningún momento del primer capítulo; y en segundo lugar, los evidentes problemas de dicción de algunos de nuestros actores patrios, a los que por mucho que lo intentemos, es imposible entenderles en escenas rápidas. Nada grave, ‘Gran Hotel’ encandila desde el minuto 1 con su magnífica fotografía, una serie que se hace fácil de ver, con interpretaciones sublimes y una ambientación exquisita. La serie de Antena 3 viene para quedarse y buscar un sitio entre las grandes, junto a ‘Gran Reserva’ y ‘Cuéntame’. Veremos si lo consigue.
En ¡Vaya Tele! | ‘Gran Hotel’, un esperado drama de época