Doctor Mateo estrenó anoche con otro éxito de audiencia, y yo que me alegro porque la serie me gustó. Se agradece que la propuesta, por mucho que sea una adaptación, se haya mantenido firme en sus principios y haya esquivado la facilidad de los lugares comunes. Una opción arriesgada que las audiencias de ayer confirmaron como acertada.
Destacaría la interpretación de Gonzalo de Castro, Esperanza Pedreño y Alex O’Dogherty. La producción está muy cuidada, a pesar de los problemas de los decorados de los interiores que sólo se solucionarían incrementando el dinero de la producción, y los exteriores están filmados con cuidado, sin abusar y utilizándolos como un envoltorio perfecto. A pesar de que la situación de arranque (un personaje fuera de contexto), no deja lugar a muchas virguerías argumentales, los guiones dibujan situaciones pintorescas pero que no llegan a caer en la caricatura del pueblerino y que nos ofrecen con naturalidad lo cotidiano.
Sabemos que hay montones de ejemplos que se basan en la misma premisa pero eso sólo es malo, desde mi punto de vista, si se hace mal, y este no es el caso. Quizá lo más espinoso es algo que transciende a la producción en sí y que se refiere a la duración de la emisión, una exigencia impuesta por la cadena para rellenar todo el prime time. La necesidad de estirar tanto los capítulos hace que una serie como ésta, pausada de por sí, tenga que retrasar demasiado los conflictos, pero este extremo no afectó a la audiencia, que se mantuvo durante toda la emisión.
Desde mi punto de vista se desvanecen las comparaciones con House porque el doctor Sancristóbal tiene mala leche, sí, pero poco más. En realidad es un marciano que lucha por encontrar su sitio. Vale que ya existe Doctor en Alaska, pero antes de ésta otras series y películas se valieron del mismo elemento. En resumen, que el éxito de la serie me parece merecido. Espero que la semana que viene se mantenga, si la contraprogramación no lo impide.
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