Parecía difícil cuando empezó a emitirse Doctor Mateo que la serie, pese a su digna puesta de largo, pudiese mantener el interés de los espectadores porque la competencia atacaba fieramente y porque el universo de San Martín se aventuraba demasiado reducido, pero después de cinco capítulos y gracias al pulso de los guionistas ‘Doctor Mateo’ mantiene las tramas iniciales casi intactas, a pesar de que han pasado muchas cosas, y el interés de la audiencia no ha decaído apenas, manteniéndose en unas cifras más que respetables.
El capítulo de anoche se centró en la relación entre Mateo y Adriana, una de esas parejas que están siempre a punto de encontrarse pero que terminan separándose irremediablemente. Terminar con la tensión sexual de estos dos personajes es una decisión muy complicada pero, por ahora, parece que las aguas han vuelto a su cauce. Adriana ha vuelto con su novio de toda la vida y después de un episodio lleno de malentendidos y tensiones por culpa de la supuesta infección transmitida por los niños, ella y Mateo parece que vuelven a tener una relación cordial y de comprensión. Veremos cuánto dura.
Del capítulo de anoche me gustó especialmente la relación de Mateo con los niños, una buena forma de explorar al personaje en una faceta en la que se le ve más desenvuelto, más cercano y menos estirado. El rictus serio y el mal humor desaparecen y nos permiten ver a Mateo más de cerca, en una actitud más humana, y nos habla de las posibilidades de redención del personaje.
Por oposición, la actitud firme de Mateo frente a las dificultades de las familias del pueblo en situación precaria, sin medios y sin posibilidad de faltar al trabajo, sirvió para que en el capítulo se desarrollara una trama de interés social que, aunque me pareció tratada con algo de ligereza, no cabe duda de que puede servir para la identificación del espectador y que le da a la serie un tono serio, aunque no trascendental, que le aleja de la comedia más pura. Aunque yo hubiese preferido un tratamiento más en profundidad del tema comprendo que el tono escogido es el acertado para una serie familiar de domingo por la noche.
Las subtramas de Don Alejandro, luchando por reavivar la llama de su matrimonio, y las investigaciones de Alfredo, el policía, me parecieron correctas, necesarias, pero a estas alturas sigo sin conectar con las tribulaciones de los jóvenes, de la panadera, de la de la emisora de radio y de Tom, el tabernero, al que sólo le entiendo dos de cada cinco palabras. Me parece que, a estas alturas, la coralidad de la serie es más un problema que una ventaja y estas subtramas, en mi caso, me distraen más que otra cosa. Es una cuestión de gustos personales, claro, pero la distensión que aportan estas tramas, la supuesta comedia del enredo, sutil, a mí no me hace demasiada gracia.
Me gusta el personaje de Mateo, su lucha por no dejar que nada traspase su coraza y me parece que Gonzalo de Castro ha conseguido hacer un personaje que es a la vez vulnerable y malcarado. La resolución de los casos médicos también tiene su interés, aunque para mi gusto les falta tensión y creo que se pasan con los sembrados, los indicios que dan pistas al espectador. ¿Cuántas veces en el capítulo de anoche echó al perro de la consulta a voz en grito? A pesar de esto, Mateo mantiene mi interés, pero no consigo dejar de divagar cuando aparecen tramas como la de ver a Tom bañándose en pelotas. Me parece que la serie intenta abarcar demasiados aspectos, demasiados públicos, y en lo que a mí respecta me quedo algo al margen.
En cualquier caso, está claro que la serie llega y precisamente lo que menos me gusta a mí es quizá lo que da color a los capítulos pero ya se sabe, sobre gustos no hay nada escrito. ¿Qué os pareció a vosotros el capítulo de anoche?
En ¡Vaya Tele! | Doctor Mateo
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