Ayer dimos por concluida la que, seguramente, es una de las grandes series del año. A nivel de repercusión social, ha vivido un poco a la sombra de la soberbia 'El Ministerio del Tiempo', entre otras cosas, porque su cadena decidió enfrentarla en día de emisión. Pero, respecto a audiencias, 'Bajo sospecha' ha demostrado ser una estupenda propuesta con unos resultados más que excelentes, como, por ejemplo, su dato final: un 20,4% de cuota de pantalla.
'Bajo sospecha' es uno de los ejemplos más claros de cómo la ficción nacional está evolucionando para ganarse a un público acostumbrado a unas series internacionales que lo dan todo en contenidos, y que no espera menos de las series que se hacen en este país. Estamos hablando de un thriller, un género que no se prodiga demasiado en nuestra tele y, sobre todo, de una propuesta de ocho capítulos, una temporada corta para contar con intensidad una buena historia.
Hasta hace bien poquito, las series de éxito eran estiradas como chicles, produciendo temporada tras temporada aunque hubieran perdido el sentido de lo que una vez las proclamó como campeonas y aguantando unos mimbres complejos hasta donde las audiencias las quisieran llevar. Pero ahora, propuestas como 'El Príncipe' y 'Sin identidad', con dos únicas temporadas; o 'Bajo sospecha', una única temporada para el caso policial en cuestión, nos hacen vislumbrar un futuro muy prometedor, con una ficción más seria y concienzuda.
El sorprendente giro final
Al hablar de 'Bajo sospecha', después de haber visto anoche su último capítulo, parece que el cuerpo nos pide comentar su potente giro final, en el que la resolución del misterio, el culpable del crimen, nos pilló por sorpresa. Y eso que es difícil impactar en este tipo de historias, cuando ya hemos visto tantas historias de asesinatos que sospechamos incluso del más inocente.
Pero nunca de un niño, y ahí, la serie ha sabido jugar una baza muy inteligente. Después de navegar por las tormentosas relaciones de la familia Vega, en las que los adultos se muestran como individuos llenos de secretos, con dos caras, la resolución final nos trajo un plan tramado por los tres niños de la familia, que no querían ver a sus familias rotas y que provocaron una serie de acciones que, finalmente, se les fue de las manos.
Eso sí, este giro no nos pilla tampoco desprevenidos, no es algo que parezca sacado de la manga pues, además, actúa como consecuencia de uno de los primeros secretos desvelados en la serie: la relación entre Roberto y Begoña; una historia de amor que fue descubierta por los hijos de la familia, esos niños a los que muchas veces los adultos consideran ingenuos y despistados, que no están pendientes de lo que les rodea, y con los que no toman prevenciones para ocultar sus verdaderas intenciones.
Así, el capítulo, resultó emocionante y claro, pues se nos explicaron cómo sucedieron los hechos con unos flashbacks sencillos y naturales, que pretendían (y lo lograron) ser informativos y clarificadores y que seguimos con la máxima atención, dispuestos a no perder ni un solo detalle. La narración de Pablo a quien había sido su "maestra" estuvo llena de horror pero también de empatía, por ver el sufrimiento del niño ante una acción que nunca quiso desembocar en tragedia.
Personajes arrastrados por la ficción
Los personajes, naturales y bastante reconocibles para el público, se han visto empujados por los acontecimientos de la serie y, tal vez, algunos han quedado un tanto desdibujados, pues era imposible seguir con sus propios anhelos cuando había tanto en juego y cuando, en cada capítulo, se ponían sobre la mesa nuevos misterios.
Creo que esto le ha pasado un poco a la pareja protagonista. La historia de Laura y Víctor ha ido perdiendo potencia a medida que la trama principal crecía. Esos conflictos que podíamos intuir entre dos personalidades tan diferentes no han sido tantos; sus problemas familiares se han dado de lado y la inevitable tensión sexual no resuelta no se ha jugado excesivamente, a pesar del beso final que cerraba la historia.
Un aspecto que tengo que destacar que no me ha convencido demasiado es el de la minitrama vivida ayer en la que Emi confiesa una historia de pederastia con Vidal. Este giro inesperado y escabroso, que en un par de secuencias quedó desmontado como una mentira, me pareció fuera de lugar, un obstáculo sin verdadera lógica que nos quitaba tiempo de vivir la verdadera historia de Alicia y Nuria Vega.
En ¡Vaya Tele! | 'Bajo sospecha', una agobiante y explícita vuelta de tuerca al calor del género
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