Pocos productos culturales tienen el éxito arrollador que sigue manteniendo 'One Piece' desde que Eichiro Oda firmara su primer capítulo en el número de agosto de 1997 de la Weekly Shonen Jump, cabecera fundamental de algunos de los mangas más populares de Japón. Un número que en 2022 superaba los 500 millones de tomos vendidos, cifra de récord con la que aumentó aún más su margen respecto a sus competidores más estrechos, incluyendo uno de los pocos que han tenido igual o mayor impacto cultural más allá del ámbito japonés: 'Dragon Ball'.
El éxito de 'One Piece' va, por supuesto, más allá: además de las cifras de venta del manga, la adaptación del mismo al formato televisivo animado, sus numerosas películas o la adaptación de Netflix (que ya tiene en marcha la temporada 2) marcan el camino triunfador de una historia que nunca fue innovadora en sus estructuras narrativas pero sí destacada en su inventiva, su colorido flirteo con la parodia salvaje y su posible acercamiento a lo queer.
Del sombrero de paja al mayor tesoro del mundo
Todo comienza con la historia de un joven nacido en un mundo lleno de piratas que sueña con ser uno de ellos y que se come, accidentalmente, una fruta del diablo, elemento fundacional de la mitología de 'One Piece' que dota a su portador de poderes extraordinarios pero le impide nadar y sobrevivir en alta mar. De esa tensión nace el deseo aún mayor de Luffy, el carismático y bonachón protagonista, de convertirse en el Rey de los Piratas al encontrar el tesoro del anterior portador del título, Gold Roger.
La historia amplía el rico mundo desarrollado por Oda según avanza, incluyendo no solo islas de todo tipo sino también personajes con curiosísimos poderes: de la increíble elasticidad del protagonista a la habilidad de sustituir partes del cuerpo por muelles, pasando por la capacidad de fragmentar el cuerpo del usuario, de convertirlo en elementos tan variopintos como fuego, humo o arena o incluso de transformarse en algún animal.
Todas estas capacidades, que ya de por sí necesitan de imaginativas soluciones visuales en la viñeta, llegan a un nuevo nivel en animaciones donde la corporalidad desaparece no solo como recurso expresivo que refleja la tensión del movimiento, sino como necesidad. Frenéticos movimientos acompañan peleas de ricos cromatismos y dinámicas animaciones 'sakuga' se combinan con animación fija en función del nivel de producción de cada episodio que se emite semanalmente -con las dificultades que esta periodicidad supone-.
En paralelo a la aparición de estos usuarios de frutas del diablo, que, como decimos, destacan por el ingenio de imaginar el poder de los más inesperados elementos, hay numerosas islas cuyas particularidades van cada vez a homenajes-parodias más concretas: civilizaciones perdidas que bien podrían pasar por la Atlántida, desiertos que reimaginan cuentos arábicos, países que combinan la casa de dulces de Hansel y Gretel con el País de las Maravillas o lugares orientalizados que reinterpretan la cultura española en sus elementos más icónicos.
De hecho, quizá una de las más llamativas cuestiones en 'One Piece' es su tratamiento del Otro, la proyección de culturas ajenas a la propia que tienen cabida en su mundo y donde prácticamente todas pueden entrar. Además, la otredad en 'One Piece' no contempla únicamente la distancia geográfica respecto a esta observación, sino también la temporal, como es el caso del arco de Wano, inspirado en el Japón feudal y la cultura samurái.
Trama sobre trama: el puzzle narrativo de 'One Piece'
El amplio mundo de la serie tiene, además, una marcada connotación política: frente a los piratas organizados en tripulaciones, existe la Marina, una institución cuyo objetivo principal es controlar la paz en mares y océanos para servir al Gobierno Mundial, la cúspide del mundo que ha reinado durante más de ochocientos años.
Así, se suman a la trama principal -la búsqueda de Luffy y su tripulación del One Piece, el mayor tesoro de la historia, para convertirse en el Rey de los Piratas- otras ramas como la investigación arqueológica que escudriña en el oscuro pasado de este gobierno corrupto o la (tardía) aparición del Ejército Revolucionario, una organización que pretende derrocar al susodicho régimen para acabar con los privilegios de los nobles.
Más allá del rico universo de la serie, lógico por otra parte si tenemos en cuenta que el manga ya supera los 26 años y el anime los 24, 'One Piece' va más allá de su policromática reimaginación del Otro, eso sí, ciñéndose a los tropos más marcados de otras tantas historias de acción y aventuras en la cultura nipona: los continuos 'power-ups' de sus personajes, el carácter naïf de los mismos, el desarrollo en arcos o la separación de los protagonistas en la recta final de estos arcos argumentales.
Pero es precisamente la amplitud del mundo de 'One Piece' la que hace que haya una particular estructura narrativa donde la fragmentación reina. Si intentamos comparar: mientras que una serie procedimental al uso tendría, al menos, una trama por capítulo y otra de continuidad, en la historia creada por Oda puede haber una trama por capítulo, más de tres o cuatro por arco y al menos tres principales de continuidad.
Los malabares narrativos de la serie, si bien pueden inducir a la confusión, pues cada nuevo personaje puede ser clave en el desarrollo de la historia, enriquecen más si cabe su entramado argumental, que, al mismo tiempo, cuenta entre sus numerosas tramas con estructuras de aventuras clásicas, piratería o arqueología disfrazada de acción con roces de drama político ancladas siempre en la importancia de la construcción de sus personajes.
'One Piece': una historia de personajes que coquetea con lo queer
Lo estrafalario es una categoría indispensable y casi fundacional en 'One Piece'. Son estos elementos, desde coletillas diferenciadoras en cada frase, marca de la casa y recurso humorístico pero también forma de distinción, hasta los extravagantes diseños de vestuarios y la nula normatividad de los cuerpos (masculinos) los que remarcan la unicidad de los personajes de la historia.
De hecho, el ámbito de lo corporal es uno de los aspectos más susceptibles al análisis en 'One Piece': hay, exclusivamente entre los personajes masculinos, diferencias capitales que anulan, directamente, cualquier normatividad posible y destruyen de raíz cualquier canon previo en la representación física, y la deformidad y la desproporción en los cuerpos se convierten en herramientas fundamentales para este replanteamiento.
Otro apartado merece el tratamiento de la cultura okama (palabra que en Japón se usa para designar a hombres homosexuales "afeminados" y a travestis) en la serie, donde personajes como Bon Clay, Emporio Ivankov o Inazuma son retratados desde el más salvaje de los estereotipos. Ahí reposa la duda sobre si esta representación, que va desde el travestismo hasta el cambio de sexo biológico, nace de la parodia más burlona o de la sátira que anuncia que la normalización es posible y deseable.
Eso sí, entre los personajes femeninos, la historia es otra: con pocas excepciones (que las hay), casi todas las mujeres que aparecen en 'One Piece' están hipersexualizadas hasta niveles insospechados, algo que contrasta con el fuerte carácter y la independencia de muchas. Es el caso de Nami y Robin, dos de las protagonistas que, si bien destacan en algunos puntos de la historia, se ven diluidas y caricaturizadas, reducidas, meramente, a cuerpos improbables con curvas imposibles.
De hecho, la percepción de otros personajes sobre estas mujeres también resulta problemática, teniendo en personajes como Sanji su máxima expresión. El problema no es únicamente la rígida e imposible normatividad de los cuerpos femeninos de 'One Piece', sino cómo son miradas estas mujeres por otros personajes con actitudes que banalizan con esta objetivización e incluso bordean el acoso.
Estas tensiones, que son indisociables a la lejanía cultural con Japón y a la particular representación de la diversidad o la sexualidad en sus productos de masas, convergen en 'One Piece' a lo largo de sus más de 1000 capítulos. Y es que, a pesar de que el reflejo de la diversidad está estereotipado hasta la enésima potencia, en la obra de Oda se inserta y celebra en el mainstream sin restricciones, desde la parodia más descarada.
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