El estudio de animación Trigger, con Hiroyuki Imaishi a la cabeza (‘Gurren Lagann’) se han aventurado con su primer anime original –que no tiene manga o material previo en el que se base; esta vez el proceso ha sido el contrario, la serie ha inspirado al papel- con ‘Kill la Kill’, una locura desquiciada y autoconsciente que se ha convertido en la serie revelación de la temporada invernal. Uno de los momentos más divertidos del seguidor de anime es hacer un barrido de sinopsis de lo que va a llegar en la próxima temporada; sinopsis de apenas unas líneas que muy pocas veces ilustran lo que uno se encontrará después.
‘Kill la Kill’ es uno de los casos más extremos de esto y es que su punto de partida poco tiene que ver con la esencia real que hay tras la propuesta. Ryuko es una chica que quiere vengar la muerte de su padre y la verdad que hay detrás de ello con ayuda de un uniforme mágico que le otorga la fuerza necesaria para encarar a sus adversarios. Ajá. Hasta aquí muy normalito todo. Pero no.
Todo está ambientado en un Japón postapocalíptico donde el instituto es el centro de la sociedad, y la posición de sus alumnos dentro de su jerarquía determina el estatus social de sus familias. Esa jerarquía está asociada al uniforme que vistan, uniformes con cualidades mágicas que otorgan poder y fuerza a su portador y se categorizan por niveles (de una a tres estrellas). Nuestra protagonista tiene uno de esos, claro, pero Senketsu es algo más especial, ya que está confeccionado con fibra de la vida, un material especial que se compenetra al 100% con su portador y precisa de su propia sangre para poder funcionar. ¡Y habla! El modelito lo completa media tijera gigante que forma parte del misterio sobre la muerte de su padre, ya que Ryuko está convencida de que es el asesino quien tiene la otra mitad.
La parodia como columna vertebral
¿Os ha quedado clara la sinopsis? ¿Sí? Porque da igual. Realmente todo este universo de uniformes locos, combates espídicos y venganzas interminables es una excusa para la parodia, la autoconsciencia y el exceso más divertidos. ‘Kill la Kill’ lleva al extremo todo lo que toca, convirtiendo cada elemento en una hipérbole desmedida; curioso que con frecuencia esta deliberada intensidad no se aleja demasiado de otros animes que van en serio.
La parodia está en todas partes; en ese fan service en forma de uniformes casi pornográficos y en pigmaliones que se quitan la camisa para hablar; en el uso de la música para subrayar momentos trágicos; en la amiga obsesionada con la protagonista que parece alimentada a base de tripis; y, en general, en unos personajes que se toman completa y absolutamente en serio todo el absurdo que les rodea. Tomemos el ejemplo de las transformaciones de magical girl de Ryuko, cada cual más loca y más porno. Toda definición se queda corta para momentos como cuando descubre que para aprovechar su poder ha de aceptar la semi-desnudez.
Pero ‘Kill la Kill’ no se queda únicamente en el aspecto más meta autoconsciente. Ha creado un mundo apocalíptico visualmente interesante y las numerosas secuencias de acción no escatiman en frenetismo. Es media hora de planos imposibles, colores sangre, villanos risibles y un ritmo envidiable que convierten una trama capitular de tener que llegar a tiempo a clase en toda una aventura.
La primera temporada, que acaba de volver del parón navideño, constará de 24 episodios. Cualquiera diría que su propuesta podría agotarse en seguida y es cierto que cuando se centra demasiado en tomarse en serio la trama –algunos episodios recientes se centraban en una cadena de combates que se hacía un poco repetitiva- puede perder un poco la frescura, pero en general ‘Kill la Kill’ es una serie imprescindible para los fans del anime, que te arranca sanas y sonoras carcajadas. 20 minutos de diversión otaku.
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