El estilo de 'Samurai Jack'

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Antes de entrar a valorar todos y cada uno de los 52 capítulos (en sí, 52 historias cortas o cortometrajes de altísima calidad) que componen esta serie irrepetible, convendría que primero dedicase un capítulo de este análisis u homenaje a ‘Samurai Jack’ a lo que suele llamarse el estilo. Esto es, a la forma en que sus responsables le han dado vida.

Ya habíamos afirmado, en el anterior capítulo, que esta serie constituye, por ambición y resultados, una especie de Odisea homeriana para el siglo XXI, un pastiche genérico, una amalgama de influencias estéticas, y un relato trágico de gran vuelo poético. Merece la pena hacer honor a sus imágenes analizando, siquiera brevemente, eso tan resbaladizo llamado estilo.

La acción

Cuando Genndy Tartakovski prometió acción con esta serie, se lo tomó más que en serio. ‘Samurai Jack’ tiene acción a raudales, hasta el punto de erigirse en una de las series más dinámicas que se han hecho. Pero su dinamismo no depende sólo de la acción, sino que es, en sí, tremendamente dinámica por su ritmo, su disposición de espacios, el ingenio en el uso de la cámara (o la viñeta) y su planificación.

Tartakovski se revela como un maestro en su concepción de una aventura ilimitada, y en la creación de un estilo de acción muy personal. Secuencias en las que podemos ser testigos de una gran destrucción, pero cuya violencia está muy calculada, y que puede ser contemplada por personas de todas las edades. Gracias a la argucia argumental de que la mayoría de sus enemigos, los secuaces de Aku, son androides o diablos, no habrá nada de sangre.

Pero no solo eso, Tartakovski y su equipo harán encaje de bolillos para que la elegancia y la contención, a pesar de la intensidad que puede tener la acción de esta serie, se adueñen de la imagen. A todo ello se le suma una música, compuesta por James L. Venable, que aporta un ritmazo (generalmente a base de percusión) muy de agradecer. Es una serie que a menudo ha sido criticada por cierta lentitud o puesta en escena contemplativa. Pero es que a cada cosa saben darle el ritmo necesario.

La formalización

Hay muchas cosas que comentar sobre la forma en que Tartakovski arma las imágenes de su obra maestra. Muchas influencias y muchos detalles. Podemos nombrar sólo algunos para no extendernos innecesariamente.

1. Influencias de Akira Kurosawa, Kenji Mizoguchi, John Ford. Tanto en el tratamiento humanista de las historias como en la mera plasticidad de la imagen

2. Un sentido visual altamente cinemático, que no duda en dividir la pantalla de modo setentero, y que juega a su antojo con los falseos (ejemplos: Jack no tiene la espada en ninguna de sus dos manos, en el plano siguiente sí la tiene; las distancias entre un plano y otro se acercan o alejan).

3. Un sentido ritualístico del montaje. Ejemplo: Si a Aku le lanzan flechas por los dos lados, veremos un crescendo a base de cortes, como un aumento exponencial de las flechas, con base rítmica, y esto por cada lado, sumado a la división del plano antes comentada.

4. Unas formas sencillas (no confundir con simples) en cuanto a la estilización de personajes y fondos, con pocas líneas (rectas o curvas, bien combinadas) y empleando los colores básicos.

5. Un uso magistral de los fondos, que mientras en otras series son funcionales, aquí se emplean también de modo dinámico, influyendo anímicamente en el espectador y ofreciendo atmósferas de gran ingenio y profundidad de campo.

La emoción

Pero sobre todo, ‘Samurai Jack’ tiene como objetivo conmover y mover a la compasión, ese resbaladizo concepto que a muchos tanto les molesta, sobre todo si lo que prefieren es un espectáculo evasivo o un producto artistizoide y cerebral con el que alimentar su ego. Esta serie es un entretenimiento insuperable, pero también algo más. Hay un talento formidable a la hora de extraer emociones básicas, y sobre todo sinceras, de unos personajes trazados con tiralíneas.

Espero que con estos someros apuntes podamos enfrentarnos mejor a la (ardua) tarea de comentar lo que ha dado de sí esta serie.

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