Este cortometraje, escrito y dirigido por Yoshiaki Kawajiri, es lo más destacable que ha tenido lugar después de que esa franquicia millonaria, esa chatarra de lujo, que pasa por cine modernísimo y profundísimo, pero que no es más que una colección de cromos para adolescentes que quiere ser arte de altura. Pero, como suelen decir, ya dejaremos que el tiempo, ese crítico feroz aunque a menudo justo, deje a esa memez de trilogía en su justo lugar. Otros ya lo proclamamos a los cuatro vientos, pero supongo que somos poca cosa en comparación. No importa, aunque sólo lo piense yo, soy una mayoría de uno.
Tampoco nos engañemos como ingenuos, pues esta serie de cortos tiene una intención comercial evidente, que es la de estirar todo lo posible una franquicia que se había agotado a los treinta minutos de la primera película, y que demuestra hasta qué punto el poder del marketing es capaz de transformar lo burdo, lo falso, lo infantiloide, en un producto que a tantos les ha convencido, les ha hecho creer en una nueva forma de hacer el cine incluso, en una película capaz de arrastrar a masas. No tengo nada en contra. De rebote, les sale un cortometraje redondo como este ‘Animatrix: Programa’, fascinante resumen de todo lo que, con más pena que gloria, querían decir los Wachowski, pero mucho mejor dicho.
Pero ahí queda los que tienen talento y los que no, y a Kawajiri (responsable de aquella obra maestra imperecedera del anime titulada ‘Ninja Scroll’, sobre la que deberíamos hablar muy pronto) le sobra. Una vez más vuelve a demostrar su capacidad para la épica, para la aventura sin límites, y para atmósferas de gran penetración psicológica. Además, sus personajes siempre están dotados de una común energía interior, como seres trágicos incapaces de plegarse a su destino. Hay algo melancólico y también trágico en esta historia, que acaba de manera tan cínica, y que por sí sola vale más que todo lo hecho por esos hermanitos tan cool.