Ric Roman Waugh ('Objetivo: Washington D.C.') dirige un filme cuyas dos horas pasan volando
El cine de catástrofes no se estila demasiado últimamente en Hollywood, y los fracasos de títulos como 'Geostorm' o 'Moonfall' no van ayudar demasiado a que eso cambie. Bastante mejor le fue 'Greenland: El último refugio', una entretenida película que apuesta por enfoque más realista y que tienes disponible en el catálogo de Amazon Prime Video en España.
Lo cierto es que si nos fijamos solamente en la taquilla, 'Greenland: El último refugio' no dio dinero, ya que tuvo unos ingresos mundiales de 52 millones de dólares para un presupuesto original de 35 millones, pero es que ni siquiera llegó a estrenarse en los cines de Estados Unidos. Eso llevó a que el mercado de vídeo bajo demanda dictase sentencia, y el resultado fue un éxito impresionante, estimándose unos beneficios de entre 60 y 80 millones.
La humanidad por encima de la destrucción
Eso llevó a que pronto se pusiera en marcha una secuela más ambiciosa -se dijo que tendría casi el doble de presupuesto- que empezará a rodarse en abril. Sin embargo, lo que realmente nos interesa ahora es una primera entrega que es cierto que en lo narrativo echa mano de ciertos lugares comunes de este tipo de relatos, pero lo hace dando más importancia a sus personajes y quitando peso a la orgía de destrucción a la que este tipo de películas nos ha acostumbrado. Ojo, algo hay, y funciona de maravilla.
Eso lleva a que 'Greenland: El último refugio' tenga un toque más humano, algo clave para que funcione mucho mejor de lo esperado, sobre todo cuando paga el peaje necesario del primer acto y se centra en una huida imposible hacia delante. El buen trabajo de su reparto liderado por Gerard Butler también ayuda en esa dirección, pero tampoco me quiero olvidar del ritmo fluido que el director Ric Roman Waugh ('Objetivo: Washington D.C.') imprime para que sus casi dos horas de metraje se pasen volando.
No obstante, tampoco esperéis que 'Greenland: El último refugio' ofrezca una carga dramática tremendamente elaborada, ya que, por encima de todo, es un pasatiempo que se vale de cualquier solución sencilla para que todo siga hacia delante. El resultado es una propuesta mucho más realista de lo habitual en el cine de catástrofes -ojo, tampoco esperéis que lo puramente científico pase a primer plano- que aúna con acierto espectáculo, tensión y emoción. Más que de sobra para invertir vuestro tiempo en ella.
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