Saber mirar es saber amar, lo decía una amiga mía. (Alfredo Landa en 'Canción de cuna')
Alfredo Landa ha fallecido a los 80 años de edad. Su muerte ha sido un impacto para todo aquel que aprecie un mínimo el cine en general y el arte de la interpretación en particular.
Pronunciar su nombre en mi caso significa volver a un época de mi infancia en la que me formé como cinéfilo, o eso intentaba, viendo películas del denominado landismo —un serie de films cómicos realizados en los años 60 y 70, protagonizados por el famoso actor y que algunos fueron estruendosos éxitos, como por ejemplo 'Cateto a babor' (Ramón Fernádez, 1970), o 'Sólo ante el streaking' (Jose Luis Sáenz de Heredia, 1975)—, y descubriendo más tarde que ese actor de nombre fácilmente recordable era algo más que un cómico intentando hacer reír a la gente. Que se podía poner todo lo payaso que quisiera, pero también marcarse papeles dramáticos de envergadura y dejar a todo el mundo con la boca abierta y con lágrimas en los ojos.
Hoy todo el mundo habla de 'Los santos inocentes' (Mario Camus, 1984) o de 'El bosque animado' (Jose Luis Cuerda, 1987), películas importantes dentro de nuestra cinematografía. Me vais a permitir recordar a Landa en otros papeles en los que yo le prefiero. A las órdenes de Jose Luís Garci trabajó varias veces, pero su personaje en las dos entregas de 'El crack', homenajeando a los grandes detectives del cine negro estadounidense, no tiene precio. Y su papel de padre enfrentado a su hijo en la emotiva 'La próxima estación' (Antonio Mercero, 1982) es algo que a mí me tocó la fibra sensible en su momento. Vi la película hace muchos años y tengo muy presente a Landa apoyado en la ventana al final del film mientras llora la partida de su hijo.
Decir que Alfredo Landa era un grande creo que es decir poco. Una de esas estrellas —si de algo no tengo duda es de que este actor brilló como pocos— a las que no me hubiera importado conocer en persona, por mucho carácter que tuviera —las personas sin carácter no suelen ser interesantes—, porque para mí era alguien que me acompañó a lo largo de los años. Ese rostro amable y tierno, su sentido del humor, y sobre todo esa mirada, que en silencio era capaz de expresar más que el más contundente de los diálogos, caracterizaban a un profesional como la copa de un pino. El ser humano nos ha dejado, pero Alfredo Landa actor seguirá vivo en el recuerdo de muchos.
Hasta siempre Alfredo.
Vía | ABC
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