Se ha muerto José Asunción Martínez Sancho debido a un cáncer de pulmón y contaba con 68 años. Era actor, de películas, de seriales de televisión y de teatro. Era un actor español, en definitiva, de esos cuya familiaridad a lo largo de las décadas les daba un aire invencible, como si el tiempo pasara al son de sus papeles.
Sancho fue tantas veces España. Fue marido tempestuoso de una cantaora. Fue villano de un culebrón (o de varios). Fue secundario de algunos vehículos para estrellas de la canción. Fue actor recién descubierto en las tablas cuando llevaba veinte años. Fue debutante sin parecerlo. Fue tantas veces un espíritu que va hacia adelante y no para.
Resulta difícil en una filmografía y un cuerpo de trabajo tan vasto no ser injusto por no haber sido completista. Pongamos dos Almodovares: 'Carne Trémula' (id, 1997) y 'Hable con ella' (id, 2002) donde daba al manchego ese toque de calidad y experiencia que le gusta sacar de los actores ya envejecidos. Y aún siendo breve en la segunda, su aparición es magnífica, dando un gran empaque a la pantalla.
Pongamos un Berlanga, pongamos dos. Magnífico está llevando el ritmo de la comedia enloquecida y profundamente visionaria 'Todos a la cárcel' (id, 1993) en la que sigue ese ritmo de enredos y sobornos con la energía que requería esa cámara que siempre se mueve. O su obra última, incomprendida a día de hoy 'Paris Tombuctú' (id, 1999) donde participa de la despedida de un cineasta inmenso.
Pero ¿cuál fue el papel por el que Sancho será recordado por muchos? Está claro que el Don Pablo de 'Cuéntame como pasó' (2001-2008) es familiar a muchos telespectadores españoles, al llevar a Don Antonio Alcántara (Imanol Arias) de cabeza y resignado por caminos no demasiados hermosos de la ley. Pero ese Don Pablo no es más que un bosquejo de sus talentos, un registro repetido de lo que han sido sus mejores momentos interpretativos.
Porque Sancho fue en el teatro un Enrique IV, pero este es un reino en el que no caben las decadencias gloriosas que imaginó con el verso blanco de Shakespeare. Este país es un esperpento. Este país es el chanchullo, aquí no hay un reino por un caballo, aquí hay un cuñado. Por eso, Jorge Sánchez Cabezudo agarró al mejor Sancho y lo colocó en el centro de su adaptación de Rafael Chirbes, 'Crematorio' (2010).
Si no se había bastado siendo el todoterreno subestimado, la presencia televisiva familiar o el secundario incansable, Sancho terminó para ser toda España: el político de verdad poderoso, que es una manera que tenemos de decir el hombre en la sombra. Un monarca que toma decisiones por los demás, un buen hombre de família, un padrazo, que señala y corrompe y participa de una estructura que se lo facilita. Le bastan llamaditas y canitas al aire: es así como Sancho nos dejó una interpretación con la que entender cualquiera de esos rostros que infestan esa Valencia que lo vio nacer - en Manises - y morir, cualquiera de estos momentos infames.
Porque Sancho no se cansó y ahora se ha ido y no vamos a olvidar su legado.
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