A nadie le cabe duda de que su desfigurado rostro es buen ejemplo de la deformación de su propia carrera. Y es que Mickey Rourke, un actor que llevaba camino de convertirse en legendario, se convirtió en uno más en caer en las garras de la degradación, los excesos y los cantos de sirena de la fama de Hollywood. Todo unido a un carácter volcánico hizo que se cayera de la cuerda floja para, tras redimirse durante una década resurgir de sus cenizas cual Ave Fénix y recuperar los elogios en plena madurez.
Con su alabado papel en 'The Wrestler', Mickey Rourke muestra su nueva cara, sus ganas de volver a ser lo que casi logró ser y puede que incluso le llegue una nominación al Oscar como premio. No estaría mal, desde luego, pero su vida de guión de Hollywood ha cambiado y donde mostraba su cara más fea, ahora enseña su corazón y que no se le ha olvidado ser actor. Y de los buenos.
Como el púgil que fue, ha logrado derrotar por KO a sus demonios y es algo de lo que me alegro enormemente, puesto que supone la verdadera recuperación de un actor llamado a ser antológico. Uno de esos actores de raza que marcan una época. Uno de esos que fue capaz, con método, de meterse de lleno en sus papeles y ofrecer una muestra desgarradora y brillante de su talento, sin obviar su atractivo físico (que le llevó a protagonizar una de las películas más eróticas de los ochenta con 'Nueve semanas y media').
Ahora, el físico no le acompaña para hacer de galán, pero sigue manteniendo la rebeldía de el chico de la moto de 'La ley de la calle' (que ahora cumple su 25 aniversario) y lo que parecía no ser suficiente con su trabajo en 'Sin City', se ha superado con un papel con demasiadas similitudes a su propia vida. La de Randy 'The Ram' Robinson un veterano luchador en horas bajas, que cambia la fuerza de los músculos por la emoción de sus sentimientos.
Quizás ya nunca tendría sentido que volviera a interpretar a aquel atractivo Rourke que trabajara en 'Fuego en el cuerpo' o en 'Diner'. Pero todavía queda algo del más maduro y visceral que evidenció en 'Manhattan Sur' o de 'El corazón del ángel'. Pero, quizás no debería sorprender que Rourke sobresalga en un papel con similitudes a su reflejo en un espejo, ya que siempre brilló en esos papeles que parecían él mismo. Inolvidable en 'El borracho' ('Brafly', de Barbet Schroeder), en donde se puso en la piel del escritor Charles Bukowski, además de alcanzar su amistad (lo que ya evidencia su lado más turbulento).
En los ochenta vivió su gloria, pero también hacia el final de la década inició su caída. Aquel guión sobre un boxeador que él mismo escribió para la película 'Homeboy' parece que reflejaba demasiado bien sus verdaderas pasiones y, a la postre, su próxima dedicación. Quizás, como si se tratarse de una espina clavada, o porque su carácter explosivo necesitaba de los golpes del boxeo, en 1991 inició su carrera como boxeador profesional. "El Marielito", así se daba a conocer en los cuadriláteros, pero era una estrella del cine reconvertida en boxeador y eso fue un peso. Una travesía no demasiado brillante que le reportó mucho aprendizaje en la vida, pero sobre todo una desfiguración acuciante en su rostro (y en su cerebro). Echando por tierra su físico, un ingrediente fundamental para un actor de su clase.
Tras una mala experiencia con su segunda esposa, la bella actriz Carré Otis (con quien coincidió en 'Orquídea Salvaje', intento fallido de repetir el drama erótico que protagonizase con Kim Basinger), no logró levantar cabeza durante los noventa. Participando en algunos títulos de ínfimo presupuesto y como secundario en 'Legítima defensa', 'Búffalo '66', 'El juramento' o 'Man on Fire'. Nada que supusiera que podría recuperar el esplendor perdido. Hasta que llegó Robert Rodríguez (y su colega Tarantino) y en un acto de admiración le entrega el papel de Marv en 'Sin City'. Sorprendentemente vuelve a lograr cierta repercusión, aunque más como un actor deformado y con fuerte presencia, destinado a papeles de villanos inmundos. Fue el primer síntoma de su recuperación.
Y menos mal que aún restaba algo de lucidez en su maltrecha y castigada mente. Porque confesó que o cambiaba o se volaba la cabeza. Luego llegó Aronofsky y con él la demostración de que está limpio, que su vida es distinta (ahora felizmente casado de nuevo y con mucha fe religiosa) y que todavía tiene mucho que dar como actor. 'The Wrestler' ha sido aplaudida (y premiada) por su dirección, simple y directa, pero también por su brillante interpretación. Rourke, que acaba de cumplir 52 años y tras quince años tirados a la basura ha vuelto. Es una inmensa alegría para los que le profesamos admiración como actor.
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