Y es un genio del cine por siete razones.
1. Ser uno de esos actores de profunda raigambre británica, capaz de hacer más con menos. En otras palabras, un intérprete para el que la contención, la elegancia, el simple saber estar, el alejamiento de todo divismo y de todo histrionismo, son valores máximos e insustituibles. Nacido en Rotherhithe, Londres, el 14 de marzo de 1933, y de verdadero nombre Maurice Joseph Micklewhite, abandonó los estudios a los quince años para alistarse en el ejército y ser llamado para la guerra de Corea, decidiendo ser actor cuando se licenció. Sin embargo, sus comienzos fueron increíblemente duros.
Casado con Patricia Haines, y con un hijo, ambos debieron regresar al hogar materno para sobrevivir, mientras Michael Caine malvivió en Londres y hubo de aceptar un trabajo en una fundición para poder sobrevivir, con su padre gravemente enfermo y sin poder trabajar. Después, se mudó a París y de nuevo sobrevivió como pudo. Pero poco a poco, sin desesperarse, fue consiguiendo pequeños trabajos en teatro y televisión, y comenzó una de las carreras más admiradas de la actualidad, verdadera definición de todo lo que un actor tiene que tragar hasta que por fin logra la oportunidad de demostrar su talento.
2. Ser capaz de construir un personaje que es como el reverso tenebroso (o simplemente cínico) del famoso James Bond. El Harry Palmer de ‘The Ipcress File’ (1965), y de cuatro películas más (todas ellas protagonizadas por Caine), es un agente secreto británico, creado por el escritor Len Deighton, y que no es ni tan seductor ni tan infalible como Bond. De hecho es bastante torpe, miope, y detesta su trabajo, aunque no sabe hacer otra cosa. Creo que son películas muy estimulantes, aunque no sean precisamente famosas ni prestigiosas. Y creo que Caine está increíble en todas ellas.
3. Con ‘Alfie’ (Lewis Gilbert, 1966) Caine llegaba al estrellato. Era un producto no demasiado interesante, pero divertido y con ingenio, en el que Caine daba fe de su versatilidad. A lo largo de las años ha participado en filmes comerciales como ‘Evasión o victoria’ (‘Victory’, John Huston, 1981) o incluso ‘En tierra peligrosa’ (‘On Deadly Ground’, Steven Seagal, 1994), que nada añadían a su carrera y a su leyenda. Pero, por contra, también ha participado en la obra maestra ‘El hombre que pudo reinar’ (‘The Man Who Would be King’, John Huston, 1975), precisamente con Sean ‘James Bond’ Connery, en la estupenda ‘The Italian Job’ (Peter Collinson, 1969).
4. Además de productos comerciales de más o menos entidad, Caine ha sabido compaginar ese trabajo con filmes míticos. Nada menos que ‘La huella’ (‘Sleuth’, Joseph Leo Mankiewicz, 1972), en la que le daba la réplica a un sensacional Lawrence Olivier, y no había diferencias de nivel apreciables. Además, participó en el remake de Brannagh, tomando el rol de Olivier. Y no sólo eso, fue el asesino de la genial y hoy bastante olvidada, ‘Vestida para matar’ (Brian De Palma, 1980). Ambos, filmes de autor, arriesgados y personales, para los que la presencia de un Caine en plena forma fue esencial en su éxito estético final.
5. Ha sabido convertise en actor de reparto sin perder por ello presencia, importancia o prestigio. Sus dos Oscar, ambos como actor de reparto, así lo atestiguan. Fueron por la estupenda ‘Hannah y sus hermanas’ (id., Woody Allen, 1986) o ‘Las normas de la casa de la sidra’ (id., Lasse Hallström, 1999). Pero sin duda Caine ha merecido el Oscar por secundario (y por principal, por supuesto), por media docena de películas más. Tener a Caine como secundario en una película, es garantía de altísima profesionalidad y arrollador carisma.
6. Por muy naif que suene, Michael Caine da en pantalla (como no le conozco en persona, tendré que imaginarme que también es de esa manera) el arquetipo de individuo de gran humanidad, honesto, sensible e inteligente. Creo que es la razón principal de que haya interpretado tantos papeles diferentes y que en todos ellos haya triunfado. Posee una de esas miradas serenas y creíbles con las que todos nos podemos identificar, y aunque ocasionalmente ha interpretado a villanos, como en la penosa película de Steven Seagal, se le perdona porque, mal que nos pese, da la impresión de que es imposible que este hombre no te caiga bien.
7. Lo bien que ha envejecido. Dijo en cierta ocasión: “un día te levantas, te das cuenta de que tienes sesenta años, y te desmayas”. En la pasada década, da vértigo hacer un repaso a sus múltiples y notables papeles. Desde su doctor en la estupenda ‘Quills’ (Philip Kaufman, 2000), pasando por su Thomas Fowler de ‘El americano tranquilo’ (Philip Noyce, 2002), su inolvidable secundario de ‘Hijos de los hombres’ (id., Alfonso Cuarón, 2006), para terminar con sus papeles para Christopher Nolan, que ha confiado en él, no me extraña, para importantes papeles en su díptico del hombre murciélago, en ‘El prestigio’ (id., 2006) o en ‘Origen’ (‘Inception’, 2010), aunque en esta última su papel tenía muy poca importancia.
Yo creo que ya se han dado bastantes razones para considerar a este actor uno de los más grandes de la historia…