Uno tiene sus pasiones. De hecho, reescribiría esa afirmación que le suelta Max Cady a Sam Bowden en ‘El cabo del miedo’ (‘Cape Fear’, Martin Scorsese, 1991), en la que le dice algo así como que hay que tener algún vicio para saber que sigues siendo humano. Yo diría que hay que tener alguna pasión, o algunas. Y sí, Marisa Tomei es una de las mías. Desde hace mucho, y supongo que hasta dentro de mucho tiempo más. Lo atestigua mi estupenda colección de películas protagonizadas por otros, pero en las que participa ella, muchas de las cuales las tengo por la simple razón de que Tomei deja ahí su rostro, su cuerpo y su voz, porque además de estar muy buena, que lo está, y de ser muy elegante, es una de las mejores actrices de su generación, o quizá la mejor. Esa calidad, y ese atractivo, no se traducen seguramente en un alto grado de fama fuera de su país. Pero casi mejor, algunos regalos se disfrutan más en soledad.
A sus 46 años recién cumplidos, entra ahora en una magnífica madurez, como se suele decir, tanto física como artística, y cada día parece más bella y más rebosante de talento, aunque probablemente su carrera siga gozando de escasos grandes títulos. Las cosas como son: las actrices de Estados Unidos obtienen menos posibilidades, menos papeles importantes, que los hombres. Y cuanto más mayores se hacen, lógicamente, la cosa empeora mucho más. Pero ella sigue al pie del cañón, imperturbable. Hace poco la veíamos en ‘Cyrus’, y la chica atractiva y luminosa ya ha dado paso a una mujer atractiva y luminosa, pero también más serena, más sabia, mejor actriz. Y ya prepara tres películas más para el 2011: el drama ‘The Lincoln Lawyer’, que tiene muy buena pinta, y las comedias ‘Salvation Boulevard’, junto a Jennifer Connelly, y ‘Crazy, Stupid, Love’. No para. Tiene luz, Marisa Tomei.
La Tomei es pura raza de Brooklyn: por su acento, por sus maneras. Pero también late en ella la sangre italiana con gran fuerza. Ya cuando era una cría se quedó alucinada de las luces y la vida bohemia y artística de Broadway. No cabe duda de que sus primeros papeles los consiguió porque era una chica muy fotogénica, pero también porque de muy joven vieron en ella un talento natural que se fue confirmando en teleseries como ‘As the World Turns’ (una de las series más longevas de la televisión norteamericana) o ‘Un mundo muy diferente’ (spin-off de ‘La hora de Bill Cosby’), pero en los noventa iba a llevar a cabo la hazaña de arrebatarles el Oscar a la mejor secundaria nada menos que a Vanessa Redgrave, Miranda Richardson, Joan Plowright y Judy Davis, gracias a su formidable trabajo en ‘Mi primo Vinny’ (‘My Cousin Vinny’, Jonathan Lynn, 1992), con tan solo veintiocho años. Durante un tiempo, el crítico de cine Rex Reed sostuvo que Jack Palance (que ciertamente, subió a anunciar a la ganadora bastante mamado) leyó lo que le dio la gana, y que Tomei no era la verdadera ganadora, algo que perturbó mucho a la actriz. De hecho, en 1997, Reed volvía a afirmar que todo era un encubrimiento para no saber la verdad. Sobran comentarios.
Ya había aparecido en la floja comedia ‘Oscar, quita las manos’ (‘Oscar’, John Landis, 1991), y su carrera en los noventa la verdad es que fue bastante irregular. Pero supongo que hacía lo mejor de lo que le iban ofreciendo. Sus papeles en ‘Chaplin’ (id, Richard Attemborough, 1992), ‘The paper: detrás de la noticia’ (‘The Paper’, Ron Howard, 1994) o ‘Sólo tú’ (‘Only You’, Norman Jewison, 1994), eran poca cosa, la verdad, como los proyectos en sí. Pero pudo hacer un par de películas muy dignas, con personajes interesantes y fuertes: la entrañable ‘Corazón indomable’ (‘Untamed Heart’, Tony Bill, 1993) o la digna ‘Welcome to Sarajevo’ (id, Michael Winterbottom, 1997), pero a grandes rasgos lo cierto es que sus buenos papeles se cuentan con los dedos de una mano. No importa, porque su frescura y su vitalidad inundan la pantalla como un soplo de vida, aún en productos mediocres, o en papeles minúsculos.
No cabe duda de que su fenomenal trabajo para la muy notable ‘En la habitación’ (‘In the Bedroom’, Todd Field, 2001) es el más completo, el mejor escrito para ella, desde ‘Mi primo Vinny’. Y es un papel muy duro de interpretar, muy poco agradecido, rodeada además de grandes actores como Sissy Spacek o Tom Wilkinson. Pero Field la dirigió con mano maestra y ella dio lo mejor de sí, que es mucho. Al final, es esencial en el triángulo trágico de la película, que no hubiera sido tan grande con una actriz menos dotada que ella, a pesar de aparecer en cinco o seis secuencias. Un año antes, ella y la gran Helen Hunt habían aportado su talento a la mediocre comedia ‘Lo que piensan las mujeres’ (‘What Women Want’, Nancy Meyers, 2000), donde apenas tenía papel u oportunidad de hacer algo decente. Pero de comedias románticas insulsas, en las que suele tener un papel secundario, debe estar ya bien cansada: ‘Siempre a tu lado’ (‘Someone Like You’, Tony Goldwyn, 2001), ‘Beso en Manhattan’ (‘Just a Kiss’, Fisher Stevens, 2002), ‘El gurú del sexo’ (‘The Guru’, Daisy von Scherler Mayer, 2003) o el remake ‘Alfie’ (id, Charles Shyer, 2004).
Por suerte, contó con dos buenos papeles en la estupenda ‘Antes que el diablo sepa que has muerto’ (‘Before the Devil Knows You’re Dead’, Sidney Lumet, 2007) y en la deleznable ‘El luchador’ (‘The Wrestler’, Darren Aronofsky, 2008). En la primera era algo así como una revisión del mito de la mujer fatal, y algunas míticas deberían reencarnarse varias veces para ser como ella. Y en la segunda, a pesar de que su papel es insignificante, impostado y falso, en pocas palabras que apenas hay nada, ella le da una dignidad, una belleza y una verdad que son, de lejos, lo mejor de la película, lo más hermoso y emocionante. De hecho, la película no debería llamarse ‘El luchador’, si no ‘La bailarina’, al menos para quien esto suscribe. Pero era un papel de lucimiento para Mickey Rourke, y ella se ve completamente relegada. Que la nominasen a mejor secundaria, cuando es un papel protagonista, es otra de las muchas estupideces que la excelsa academia de Hollywood perpetra de cuando en cuando….o casi todos los años.
Pero, en definitiva, casi da igual que su carrera haya dado menos de lo que se esperaba, al menos de momento (si hubiera nacido cuarenta años antes, creo que las cosas habrían sido muy diferentes, o no…). Lo importante es que Marisa Tomei es una razón para soportar un poco más este mundo, y un poco más el cada vez más desangelado cine norteamericano, huérfano de grandes actrices desde hace demasiado tiempo.
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