En verdad, no creo que una película necesite de actores shakesperianos para ser una importante película. Sí estaría bien que la película hablara de cosas importantes, y fuera una experiencia sensorial y emocional para el espectador. Y sí, muchas veces, se requiere de un intérprete, o varios, con los que seamos capaces de “conectar”, como se suele decir, anímicamente, para que él sea nuestros ojos, nuestros oídos y nuestra conciencia, trasladada a la pantalla. Sin embargo hay actores que por su mera disposición interior (nula) provocan una sensación de vacío y opacidad con la que no se puede establecer relación.
Reeves es uno de esos actores. O por lo menos lo es ahora, porque hasta 1992 se trataba de un profesional bastante interesante, que lidiaba con las promesas de entonces en convertirse en un buen actor, y que por razones indescifrables ha terminado poseyendo menos fuerza dramática que un peñasco en el fondo de un lecho. Siendo, como es, una de las estrellas norteamericanas más conocidas, creo que sin duda es el actor menos interesante, el peor, de todos los de su generación.
Su nombre significa “brisa fresca sobre las colinas” en hawaiano, y resulta irónico, porque esa brisa fresca es lo que tantas veces se echa en falta en sus trabajos, pues demasiadas veces da la sensación de que está en ausencia, limitándose a aparecer por el rodaje y soltando sus frases, sin el menor interés. Ha tenido una vida personal difícil, pues ha perdido a su mejor amigo (River Phoenix), a su novia y a su hija no nata, pero no estamos aquí para hablar de eso, sino de su trayectoria creativa, que empezó bastante bien, dio algunos títulos muy interesantes, y luego se hundió en una serie de decisiones a las que no supo aportar nada.
Una carrera meteórica…
Empezó bien, el efebo, pasando de comedietas intrascendentes, o de olvidables trabajos televisivos, a hacer ‘Las amistades peligrosas’, o la interesante ‘Te amaré hasta que te mate’. Poseía un rostro peculiar, muy dulce, un físico rotundo, y una mirada misteriosa. Esos rasgos físicos fueron espléndidamente explotadoso por dos talentos como Kathryn Bigelow y Gus Van Sant, en las primordiales ‘Le llaman Bodhi’ y ‘Mi Idaho privado’, a las que añadió su extraña y esquiva melancolía, y su enigmática presencia. Fueron sus dos mejores trabajos.
De ahí pasó a convertirse en el más insulso Jonathan Harker de la historia del cine, de la mano del genio Coppola, que confió en él para este papel, porque le convenció su dulzura de carácter y su profesionalidad. Por suerte salía poco en la película, y Coppola pudo extraer lo que pudo de él. Repitió con Van Sant en una de las menos destacadas películas de este realizador, ‘Even Cowgirls Get The Blues’, y trabajó con el siempre aburrido y autocomplaciente Kenneth Brannagh en la olvidable ‘Mucho ruido y pocas nueces’. Sin embargo los grandes jefes de Hollywood ya se habían fijado en su cara bonita y en su cuerpo de gimnasio y le ficharon para ‘Speed’, un digno espectáculo en el que Reeves no está del todo mal.
...para tan poca cosa
Convertido en estrella, a partir de ese momento, su carrera da más bandazos que un borracho al amanecer: participa en la extraña y casi matrixera ‘Johnny Mnemonic’, en la memez que va de melodrama latino ‘Un paseo por las nubes’, en la ridícula ‘Reacción en cadena’ (en la que ya comienza con sus kilos de más y sus barbas de abandonao…), en la espantosa ‘Pactar con el diablo’ (que quiere dar miedo y da risa), y otras cochambres, hasta que llega el gran éxito de ‘Matrix’, que es otra cochambre, pero esta vez muy cara y con mucho marketing.
Mientras tanto, ha ido perdiendo ese rostro efébico, sustituido ahora por otro que parece de esparto, mientras que sus numerosos accidentes de moto le inhabilitan para moverse con soltura en secuencias matrixeras de saltos y peleas (¿alguien se ha fijado que no puede mover el cuello?). Eso sí, prosigue en patrañas romanticonas, de esas que siempre atraen a algunas miles de atolondradas espectadoras, aunque ya no queda casi nada de su dulzura y su cuerpo danone. Pero es Keanu, dicen. Y sin la penosa sotana de Matrix todavía tiene algo.
Lo más destacado que ha hecho en los últimos años es el embolao de ‘A Scanner Darkly’, del ingenioso Richard Linklater. Por lo demás, ha reincidido en matrixadas como ‘Constantine’, en la que el abundante CGI maquilla su desinterés por su oficio. ¿Cómo es posible que tenga la misma cara de Neo que de romántico enamorado, de jugador de rugby, o de extraterrestre vengador? Ni un solo momento destacable, ni una secuencia inspirada. Reeves, que cuentan que es un tipo estupendo, muy agradable y educado, debe ser además, un excelente jugador de póker.