Recordar a Jack Nicholson es recordar a uno de los grandes. Un actor inmenso, con una larga y prolífica carrera a sus espaldas, que le ha deparado numerosos y prestigiosos premios, así como el reconocimiento de todos los estamentos que forman parte del séptimo arte. Su mirada socarrona y su sonrisa diabólica pertenecen a un actor de leyenda, que ha dejado capítulos esenciales en la historia del cine y que a lo largo de su vida se ha forjado esa imagen de vividor que no esconde.
Sin ir más lejos, el año pasado, para celebrar su setenta cumpleaños montó una espectacular fiesta en su mansión, con seiscientos invitados y con setenta guapas camareras que no dejaron de servir a copas a los asistentes. Hoy, que cumple setenta y uno, seguro que también lo va a celebrar como merece la ocasión, aunque quizás no trascienda tanto. Hoy es buen momento para recordar una de las figuras esenciales de mi mitomanía cinéfila particular.
Su nombre es el de una de las estrellas más grandes que ha deparado el celuloide. Y es que tener a sus espaldas cincuenta años de carrera cinematográfica no está al alcance de muchos. Y menos, cuando algunos de sus papeles quedarán marcados a fuego en la memoria de muchos espectadores. ¿Cómo olvidar el rostro diabólico y enajenado asomando a través de una puerta astillada que ha abierto a hachazos en 'El resplandor', o moviédose como pez en el agua entre los internos de una institución psiquiátrica en 'Alguien voló sobre el nido del cuco'?.
Desde sus inicios, en títulos como 'Cry baby killer' (su debut en 1958), y en'El Terror' o 'La pequeña tienda de los horrores', ambas bajo el apadrinamiento y la batuta del gran Roger Corman, hasta su más reciente y aclamada interpretación en 'Infiltrados' de Martin Scorsese, han transcurrido más de cuatro décadas y más de setenta títulos.
Su enorme capacidad de meterse hasta el tuétano de sus personajes le ha reportado muchas satisfacciones como actor y nos ha brindado, a los cinéfilos, papeles dispares, pero entrañables, únicos, llenos de fuerza y pasión. Heredero, admirador y deudor del gran Marlon Brando, Jack se ha movido con igual destreza en el drama, como en el terror o en la comedia, y con tanta comodidad y facilidad como su capacidad interpretativa le ha permite. Tanto carácter ha impregnado a los grandes personajes que ha protagonizado, que a uno ya le resulta difícil separarlo de su imagen real.
Cuando lo ves entusiasmado, con sus inseparables gafas oscuras, sonriendo sarcásticamente en un partido de baloncesto, de sus adorados Los Ángeles Lakers, parece la misma sonrisa diabólica que esbozó en 'Las brujas de Eastwick', en 'Batman' o en 'Mejor Imposible'. Y es que entre los personajes de Nicholson y el propio Jack resulta difícil distinguir. Quizás uno de los capítulos más duros de su propia vida tenga algo que ver. Jack vivió en una equívoca situación familiar hasta que conoció que la que siempre creía su hermana mayor era, en realidad, su madre, mientras que su abuela era quien ejerció el papel maternal durante toda su infancia. Un trago difícil de digerir, pero que le forjó con fuerza para afrontar el resto de su dilatada y extensa vida personal. Siendo un adolescente se marchó a la costa oeste para aprender arte dramático. Luego llegó Roger Corman y sus inicios como actor en la entrañable serie B del maestro. Titubeantes interpretaciones que ya evidenciaban la madera de actor que disponía. Hasta que Denis Hopper lo lanzó al estrellato con la exitosa y mítica 'Easy Rider'. Después llegaron títulos indelebles como 'Mi vida es mi vida', 'Rojos', 'El honor de los Prizzi', 'La fuerza del cariño', 'El cartero siempre llama dos veces',...
Es cierto que Jack peca de excesivamente histriónico en sus trabajos, pero no se le puede negar que es una personalidad abrumadora y que afronta sus papeles con maestría, oficio y con una presencia magnética y absorbente para la cámara. Al igual que hace con su propia vida, repleta de momentos excéntricos y salvajes, sumando conquistas, mujeres, broncas y juergas por doquier. Viviendo al límite pero sin perder ese carisma que le es propio. Al igual que no pierde su sencillez y humildad, que le lleva a reconocerse como sólo un tipo que hace películas. Y es que ese histrionismo acentuado, que en los demás puede suponer un defecto, él lo ha convertido en su mejor virtud, su sello personal.
En Blog de cine | Jack Nicholson