Era difícil no quedarse anoche con el corazón en un puño viendo la noticia del fallecimiento de Paul Reubens. El actor y cómico, celebrado por creaciones magníficas y caído en desgracia por los motivos más absurdos, murió a los 70 años por una enfermedad que intentó mantener en secreto para todo el mundo. Ni en su lecho de muerte quería llegar a perturbarnos.
A causa del injusto escándalo su trayectoria global no ha podido ser tan arrolladora como cabría esperar del arquitecto de uno de esos personajes infantiles perfectos de los ochenta, con un desbordante entusiasmo juvenil que podía ser perfectamente apreciado por todos los públicos. Un personaje que tuvo una más que memorable odisea en el cine llamada 'La gran aventura de Pee-Wee'.
Tengo una bicicleta roja, que es lo que se lleva ahora
Sólo se encuentra disponible para ver en alquiler a través de Apple TV o Amazon, pero sigue siendo la mejor película que uno se puede poner para apreciar el talento y legado de Reubens como Pee-Wee Herman. Una gran salto de su show infantil a una aventura puramente cinematográfica, llevada a sus extremos más imaginativos por un debutante Tim Burton.
Pee-Wee tiene una rutina perfectamente diseñada, aunque vista desde fuera parece algo demencial que parece que vaya a estallar en cualquier momento. También tiene un tractor amarillo una alucinante bicicleta roja y blanca que es la envidia del vecindario. No obstante, alguien se la roba, y a partir de ahí empezará una aventura muy lejos de su zona de confort para intentar recuperarla.
Esta odisea se encuentra en ese dulce punto entre lo bizarro y lo placentero, siendo muy fácil meterse en el objetivo de un personaje de ambiciones muy primarias y comportamientos fuera de la norma. Este carácter y su aventura en un mundo real, aunque altamente estilizado, son varios de los puntos donde se aprecia la influencia que ha tenido en 'Barbie' de Greta Gerwig, que cita precisamente esta película entre sus referencias.
'La gran aventura de Pee Wee': bizarra y placentera
Todo funciona gracias al buen toque artesanal de Tim Burton, que afronta su primer largometraje como un encargo, aunque puede colar parte de su marciana visión del mundo real. Aunque el mundo de Pee-Wee al comienzo resulte estrambótico, no resultan menos extraño sus contactos con las personas del mundo exterior, a los que termina contagiando con su bondadosa y payasa energía.
Así, se logra una perfecta unión de las sensibilidades de Reubens con su creación y Burton con el cine. No hay mejor ejemplo de cómo conectan que esa secuencia inicial en el desayuno, donde la puesta en escena y la ansiosa música de Danny Elfman te tienen en constante alarma por lo que pueda pasar, pero al final todo sale a la perfección. Un poco como la propia película.
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