La interpretación es un bonito negocio tonto, porque requiere menos entrenamiento, menos habilidad y menos cerebro para conseguir el éxito que en cualquier otro tipo de negocio.
Un 7 de mayo nació Gary Cooper —nombre verdadero: Frank James Cooper—, actor estadounidense que participó en 115 películas. Fue uno de los actores más queridos en su país —y medio mundo—, sobre todo por ejemplizar al "hombre bueno" por antonomasia —con permiso de James Stewart—, casi siempre en personajes rectos. Para muchos era el americano ideal.
Pero al margen de esa imagen, Cooper fue un actor extraordinario, cuyo estilo sólo pertenece a los grandes, aquellos que son capaces de discernir entre ser y parecer. La mirada, los gestos, la forma de andar, decían más en Cooper que cualquiera de sus diálogos. Ganó dos merecidos Oscars por las inmensas 'El sargento York' ('Sergeant York', Howard Hawks, 1941) y 'Solo ante el peligro' ('High Noon', Fred Zinnemann, 1952).
Murió a los 60 años a causa de un cáncer.
Películas imprescindibles para un buen homenaje:
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