DiCaprio a los 40: ídolo e institución

DiCaprio a los 40: ídolo e institución
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Cumple hoy Leonardo DiCaprio cuarenta años y parece que fuera ayer cuando el actor, entonces ídolo de jovenas, era visto con cierto menosprecio o con la clásica, masculina y predecible, suspicacia con la que se subestima a las estrellas más jóvenes.

Admito que DiCaprio es una estrella de nuestro tiempo, mitad ídolo, mitad institución, mitad suspicacia desmentida, mitad sorpresa constante. Cuando hace ya diez años decidió asociar su carrera a la de Martin Scorsese cometió una audacia, la primera, para crear al actual actor, cuyo mismo retiro genera titulares en sí.

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¿Cómo empezó DiCaprio? ¿Quien era? ¿Quien fue? ¿Hace falta todavía decir que es el Jack de James Cameron? Ciertamente, entre 'Titanic' (id, 1997) y 'Revolutionary Road' (id, 2008) media un abismo: fascina ver las películas para comprobar cómo era Hollywood y hacia dónde se dirige.

De uno imposible, con crítica social y apasionamiento tecnológico, materialismo dialéctico y positivismo digital, a otro calmado, estudiado, académico: ambas películas fueron pensadas por la gloria de los premios de la Academia, solamente una lo logró. Pero el retrato de Kate Winslet y DiCaprio, del enamoramiento juvenil al matrimonio roto, los sueños incumplidos que ahogan a veces a los amantes que una vez fueron traviesos y ahora no se miran ¡pocos emparejamientos se repiten con esta picardía que tuvo Sam Mendes!

Por supuesto, sabemos que DiCaprio fue un Romeo sublime para Bazz Luhrmann y un secundario de lujo ante actores ya consagrados. Pero lo que no supimos ver es que también sería un digno conductor de mazacotes veraniegos con toques serios.: ahí está 'Diamante de sangre' (Blood Diamond, 2006) u 'Origen' (Inception, 2010). Arrastradas por su carisma, las películas son distintas.

DiCaprio se asoció con Scorsese, lo hemos dicho y escrito y ya lo sabíamos, pero no cayó en los vicios excesivos de Robert DeNiro, un astro que hizo de su virtuosismo una manera de manierismo (y por ende, parodia).

Sorpresa constante

Cierto es que el Howard Hughes del 'Aviador' (The Aviator, 2004) ya podía competir, en versatilidad y extrañeza, con un Travis Bickle, pero DiCaprio siguió probando en territorio prohibido. El último ejemplo es el Calvin Candie de 'Django desencadenado' (Django Unchained, 2010): aunque la melodía de Tarantino sea, dice la prensa, un regalo para el actor, y no niego de tal cualidad, el papel de necio esclavista blanco, un hombre cruel y satisfecho consigo mismo, no es, necesariamente, lo esperable por parte de una estrella que ha hecho de la bondad un registro más intenso.

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Incluso en 'El lobo de Wall Street' (The Wolf of Wall Street, 2013) teníamos ocasión de ver a un DiCaprio emulando a Jerry Lewis con gracia y sorpresa.: lo mejor de una película con maestro en baja forma.

Cumple DiCaprio cuarenta y, esperemos, que con la energía suficiente para vivir todavía, actuando y un paso por delante de admiradores o detractores. Acaso ése sea el verdadero destino de las estrellas de Hollywood; que más allá del brillo, esté el rumbo.

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