Lo que empezó como spin-off de Spider-Man se ha convertido en un desvarío autoral de proporciones épicas
Cuando salió la primera película de 'Venom', no importó demasiado que las críticas no tuvieran cosas muy buenas cosas que decir. En lo que era una cinta de superhéroes de manual con solo un par de escenas jocosas, resultó que el simbionte tenía también el superpoder de atraer al público en masa y se erigió como la película de orígenes de superhéroe más taquillera de la historia.
No es el único éxito reciente de Tom Hardy, su protagonista. El británico ha participado en algunas de las producciones más grandes de los últimos tiempos. Solo de la mano de Christopher Nolan estuvo en 'Origen', 'Dunquerque' y 'El caballero oscuro: la leyenda renace'. También ha estado a las órdenes de Nicolas Winding Refn o George Miller entre otros.
En todos los casos Hardy se ha definido como un colaborador algo impredecible. Su fuerte personalidad y sus propias inquietudes artísticas lo han llevado a ser pasional de más en varios proyectos. En 'Mad Max' no tragaba a Charlize Theron ni a George Miller, descontento con la dirección de su personaje hasta el estreno, y en 'El renacido' los métodos de Iñárritu tampoco le convencían, hasta el punto de que quiso desatar tensiones con él peleándose en el set.
Pese a tener muchas opiniones sobre cómo deben o no deben hacerse las cosas, nunca ha tenido la iniciativa de ponerse en la silla del director. Eso es porque quizás lo que le interesa más es trabajar con las propias historias. En 2017 se ganó el crédito de creador por 'Taboo', una serie que también protagonizó y que aunque no le dio rol de escritura como tal, sí tenía mucho de cosecha propia.
Cuando se estrenó la primera cinta de 'Venom' cabía preguntarse hasta qué punto Hardy, con su semblante imponente y conocido por roles muy serios, estaba cómodo en un registro tan ridículo. Conociendo el historial cómico del actor (se pasó gran parte de sus inicios haciendo el idiota en cortos no profesionales) y viendo cómo ha derivado la saga, resulta que mucho.
Para las siguientes películas del simbionte, el tono no solo no cambiaría, sino que doblaría la apuesta por el absurdo. Tras la salida de Fleischer y la llegada de Serkis a la dirección, fue Hardy quien propuso introducir en el equipo a la guionista Kelly Marcel, y aportó ideas para convertir la cinta, no en una comedia accidental, sino una comedia totalmente voluntaria.
Hardy aportó tanto a esta historia, de hecho, que aquello le granjeó el primer crédito de "Historia por" de su carrera cinematográfica. Esto dio como resultado una secuela con total confianza en sí misma y que operaba en unos términos independientes a las tendencias del género. La película fue una mejora sustancial del estilo a medias tintas de la primera, y se arriesgaba con una historia que era a todas luces una comedia romántica disfrazada.
La jugada debió gustar mucho porque la apuesta vuelve a subir para la tercera. No solo aquí Hardy ha vuelto a tener su crédito por la historia, sino que su gran colaboradora Kelly Marcel ha ascendido a guionista/directora, en el que es su primer rol de dirección y por el que Hardy admite sentirse "muy orgulloso". Se ha quedado así una trilogía que ha tenido hasta tres directores diferentes pero una constante: un protagonista con muchas ganas de hacer el tonto.
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