A los diez años, Bobby Driscoll era el actor fetiche de Walt Disney. A los 31, estaba muerto tras haber pasado por un infierno de drogas, malas notas, asalto a mano armada y un periodo en prisión. La historia del primer niño actor que contrató Disney está plagada de malas decisiones, violencia, series de televisión, acné y Andy Warhol.
El niño prodigio
El primer papel de Bobby Driscoll llegó por casualidad: paseando por el estudio tras un casting, preguntó, al ver un barco falso, dónde estaba el agua. El director de 'Lost angel' quedó tan impresionado con su vivacidad que le ofreció su primer papel, que significó la apertura de las puertas de una industria que, por aquel entonces, a mediados de los 40, estaba más que abierta a las estrellas infantiles en un Hollywood menos regulado que trataba de encontrar a su nueva Shirley Temple que explotar.
Poco a poco, el niño actor empezó a encadenar papeles: en 1944 hizo tres películas y en 1946 ya estaba haciendo siete. Y entre esas, la primera bajo un contrato de Walt Disney: la actualmente infame 'Canción del sur', que le catapultó a la fama. Driscoll fue uno de los dos primeros niños contratados por la ya entonces mastodóntica productora. Luana Patten, la otra afortunada, no tuvo mucha mejor suerte en la vida después de aquello.
¡Ah! Pero esos años fueron fabulosos: las películas nunca paraban de llegar, enlazando unas con otras, tuvo la oportunidad de trabajar para RKO e incluso participó en un bombazo en taquilla como fue 'La isla del tesoro'. En 1950, a los trece años, Bobby ganaba un Óscar honorífico a la mejor interpretación juvenil, una distinción que solo se ha repartido diez veces en la historia. El futuro pintaba brillante para Driscoll... Si no fuera por ese molesto acné.
Del acné al suelo
Walt Disney tenía grandes ideas para su protegido, pero todo quedó en papel mojado. Durante sus últimos años en Disney apareció en películas de Richard Fleischer y fue la mayor atracción de cintas como 'When I grow up'. En 1951, a los catorce años, Driscoll hizo su último gran papel: la voz y la cara (animada) de 'Peter Pan', ya que los animadores le cogieron como modelo.
Por aquel entonces, Driscoll cobraba 1750 dólares a la semana (unos 20000 de hoy en día) simplemente por estar disponible, algo que, a la larga, se transformó en no hacer nada. Walt Disney, convencido de que su época como niño adorable ya había pasado, le condenó a interpretar a los abusones de clase... Pero nadie tenía un papel como ese preparado para él. En 1953, el acné en su cara era tan evidente que ya no podía pasar más como estrella infantil: el mismo año del estreno de 'Peter Pan', el actor se vio de patitas en la calle ante la indiferencia de Hollywood.
Y empezó lo que más temía: a los catorce años, Bobby Driscoll tenía que enfrentarse a la vida real. Sus padres le quitaron del colegio para niños actores y le metieron en uno público, donde, como podéis imaginar, nunca fue aceptado. Esa marginación le llevó a peleas continuas, soledad y, en última instancia, las drogas. Así, en general, pero más concretamente la heroína, que era la que tenía dinero para conseguir. Y su carrera empezó a irse al garete.
Bodas, prisiones y drogas en Nueva York
A los 19 años, el que cinco años antes estaba recogiendo un Óscar fue arrestado por posesión de marihuana. Ese mismo año, fue a México para casarse con su novia de toda la vida: en un par de años tuvieron dos niños y una niña, y después se divorciaron. Un tiempo récord, desde luego. En este periodo apareció en unas cuantas series de televisión de mayor o menor éxito ('Látigo', 'El millonario') y papeles sueltos en la radio y el teatro.
Entre medias, la debacle. Fue arrestado por atacar a mano armada a dos hombres que le insultaron mientras lavaba el coche de su novia, fue sentenciado como drogadicto, metido a la fuerza en un centro de rehabilitación de California el mismo año que consiguió una estrella del Paseo de la Fama... Y, al salir, en 1962, a los 25 años, ya nadie se acordaba de él. La efímera Hollywood.
A los 28, cogió la maleta y se fue a Nueva York, convencido de que podría dar la vuelta a su carrera y convertirse en una estrella de Broadway. En su lugar, acabó metiéndose en la comunidad artística de Andy Warhol, donde encontró una segunda casa: sus cuadros eran sorprendentemente buenos, estaba ganando fama... Y, tras un último papel en 1965, desapareció.
El final de la historia de Bobby Driscoll no es bonito: en 1968, unos niños que estaban jugando en unos apartamentos abandonados le encontraron muerto, junto a botellas de cerveza y panfletos religiosos. Su nombre no fue comprobado y le enterraron en un cementerio para pobres después de que nadie solicitara el cuerpo. Un año después, cuando la madre quiso encontrarle para que se despidiera de su moribundo padre, los empleados de Walt Disney se encontraron con la verdad.
Años después, su historia fue rememorada (de una manera un poco sucia) en 'Chip y Chop', en el que el malvado de la historia, Sweet Pete, vestido como Peter Pan, fue un actor que era el favorito de la empresa hasta que llegó a la pubertad y se vio obligado a salir de la maquinaria de Hollywood. Como broma sobre los actores jóvenes no está mal, pero sabiendo la historia de Bobby Driscoll... Quizá no hilaron todo lo fino que deberían.
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