El talento cómico del actor en su faceta más gamberra y de dibujo animado
El proceso de crear estrellas de cine a veces está marcado por la impaciencia de Hollywood, que necesita que cada película sea la confirmación definitiva del actor de turno. Con Glen Powell hemos visto como ha llevado años consolidarse a nivel público, porque lo más frecuente es que una carrera tenga varios aciertos y errores hasta llegar al estrellato.
E incluso estando arriba pueden haber altibajos. Lo más raro, precisamente, es que de repente un actor protagonice de manera consecutiva tres exitazos arrolladores. Es ahí cuando ya eres algo más que una estrella, como le pasó a Jim Carrey en ese año maravilloso donde estrenó películas como ‘La máscara’.
Chispeante
En 1994 vimos a Carrey sumar tres taquillazos: ‘Ace Ventura, un detective diferente’, ‘Dos tontos muy tontos’ y entre medias este torbellino de fantasía comiquera que cumple ya su 30 aniversario de estreno en cines. Acompañado de Cameron Diaz, y con el artesano Chuck Russell de director, la película hoy se puede ver en streaming a través de Max.
Carrey es Stanley Ipkiss, un hombre con actitud bastante reprimida que termina dejando que le pisoteen más de una vez. Su existencia termina acumulando atropellos hasta que un día se encuentra una misteriosa máscara, imbuida con el espíritu del dios Loki. Su poder inmenso y su tendencia a la locura transformarán la vida de Stanley cada vez que se ponga la máscara.
La película nace a partir del potente éxito del ‘Batman’ de Tim Burton, del que Hollywood extrajo una tendencia hacia hacer películas pulp con carisma y un poco de oscuridad en lugar de más superhéroes (qué tiempos). La transformación de la estética, el rescate de los ambientes de club y la música swing, son revolucionados a través de un uso de los efectos especiales muy destacable que consigue una elasticidad propia de dibujo animado.
‘La máscara’: una diversión pulp
Russell es bastante responsable de este buen empleo de los efectos prácticos y digitales, haciéndolo el sello de una peculiar filmografía marcada por encargos resueltos con cierta gracia. Aunque lo que verdaderamente propulsa a ‘La máscara’ es cómo se construye desde la cualidad irreverente, improvisadora y ultraexpresiva de Carrey.
Ese talento permite llevar cada gracia a su extremo más gamberro y dicharachero, termine funcionado más o menos. Son esos ratos de puro jolgorio canalla donde la película logra convencer más, elevándose de sus convenciones más dramáticas que se sienten algo acartonadas. Es una estimable diversión que, tras el triunfo de ‘Ace Ventura’, puso a Carrey aún más en la estratosfera como cómico de cine, pasando a ser ya una superestrella.
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