Ya me estoy empezando a hundir. Estamos en octubre. Estamos en la época en la que deberían empezar a llegar las buenas películas, pero ahora ni de los autores consagrados e importantes podemos esperar nada. En lo que va de año quizá he visto dos películas que me hayan gustado de verdad, que haya disfrutado plenamente. Y una es de 2006, pero llegó con el típico retraso de lo que no es norteamericano.
'Quemar después de leer' ('Burn After Reading') es la apuesta de los hermanos Coen que nos llega el 10 de octubre. Y claro que vale más la pena que muchos otros films que han pasado por cartelera, pero ni siquiera es memorable o divertidísima. Aunque me parecen brillantes las películas serias de los Coen, no me suelen hacer gracia sus comedias –yo sería como el ligue por Internet de McDormand, que no se ríe en la película de Dermot Mulroney, 'Coming Up Daisy'—. 'El gran Lebowski', que es con la que más se ha comparado la de ahora, no me gustó. En este caso, ya que se trata de un cruce de géneros, como 'Fargo', y no comedia pura y dura, lo cierto es que me reí en numerosas ocasiones.
Lo que más llama la atención de 'Quemar después de leer' es su completísimo reparto que, como ya sabemos, para algunos de ellos funciona como una pandilla de amiguetes que se reúne para jugar. George Clooney, Brad Pitt, Tilda Swinton, John Malkovich, Frances McDormand… Estos actores y actrices se regodean en unas interpretaciones muy originales y juguetonas que son, obviamente, el punto fuerte de la película y que, por sí solas, hacen que merezca la pena verla.
Osbourne "Ozzy" Cox (Malkovich) es un agente de inteligencia al que cambian de sección por motivos políticos y que, despechado, decide dimitir y escribir sus memorias. Katie (Swinton) es su mujer, una estirada que desprecia a su marido y ridiculiza sus intenciones autobiográficas mientras se acuesta con Harry Pfarrer (Clooney). Éste promete que si se divorcia vivirán juntos, pero no es tan fiel como a ella le gustaría. El abogado de Katie Cox investiga las cuentas bancarias de Osbourne para comprobar si es aconsejable pedir el divorcio y la secretaria se deja el CD con estos datos en un gimnasio. Dos de los empleados del gimnasio, Chad (Pitt) y Linda (McDormand), creen que es información valiosa y que pueden pedir un rescate por el CD.
De forma similar a Allen en 'Misterioso asesinato en Manhattan', los Coen quieren plantear la ironía de que un incidente que comienza con una sospecha infundada desencadena acontecimientos desastrosos. Pero el efecto bola de nieve no les funciona del todo y el enredo, además de tardar mucho en producirse, no termina de agrandarse del todo ni se convierte en lo desopilante que podría ser.
La forma que tienen los Coen de rodar, tan personal y tan afín en ocasiones al cómic o al dibujo animado –la frase "quemar después de leer" hace referencia a las películas y tebeos de espías antiguos, como lo de "este mensaje se autodestruirá"—crea un distanciamiento con respecto al argumento. El punto de vista se aleja tanto de los personajes, quienes a su vez se apartan con sus interpretaciones exageradas, que es difícil empatizar con ellos o engancharse a la trama. Se les está mirando siempre desde arriba, con tal superioridad que parece que observemos ratones en un laberinto de metacrilato en lugar de personajes de una historia en la que meternos y dejarnos llevar.
El humor de algunos hechos entra dentro del tono. Lo más gracioso es el personaje de Brad Pitt, quien encarna perfectamente a un hombre simplón e inocente. Cuando finalmente las tramas se van uniendo unas con otras y todo se complica, se producen situaciones retorcidas muy graciosas. Sin embargo, hay otras acciones tan descabellados, como la idea de acudir a la embajada rusa, que ya pasan de ser algo cómico a un simple despropósito. Esto, al crear tal sensación de irrealidad, aumenta esa lejanía de la que hablaba más arriba. Sé que el humor absurdo es precisamente lo que se busca y que se hace a propósito, pero creo que incluso dentro de esas intenciones, hay límites y que todo debería armonizar con el resto. Si no, vas disfrutando de cada minuto de película por sí solo, pero no del conjunto.
El CD que encuentra el empleado del gimnasio es un bluff –esto es parte de la premisa de inicio, es decir, parte del planteamiento; es decir: no es un spoiler—, o sea, una tontería que no contiene nada y a la que se le da una importancia exagerada. Cuando acaba la película –y han pasado muchas cosas que no os he contado—, la sensación que queda es de un vacío ligeramente similar al del bluff. Te has entretenido y has disfrutado del visionado, pero ves que no se trataba de nada de una gran importancia. No es un problema, no por eso va a ser una mala película, pues no todos los films necesariamente tienen que cambiarte la vida, pero 'Quemar después de leer' no es más que un capricho con el que reírse un rato.
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