El día 8 de febrero llegará a las grandes pantallas 'No es país para viejos' ('No Country For Old Men'), la última película de los hermanos Coen, que se basa en una novela de Cormac McCarthy. Como baza comercial para España, incluye una participación de Javier Bardem nominada al Oscar al mejor actor secundario, aunque perfectamente se podría considerar protagonista. Su papel es el de un matón sin escrúpulos que va en busca de un maletín lleno de dinero que ha encontrado por casualidad un hombre corriente (Josh Brolin) tras una matanza entre traficantes.
El film, con otras nominaciones, la rúbrica de los hermanos y una impecable calidad, realmente no necesitaba la presencia de un actor patrio para empujarnos a verlo, pero supongo que aumentará lo que ya de por sí estaba llamado a ser un gran éxito y sobre todo, atraerá a las salas a un público que quizá no es el más adecuado para 'No es país para viejos', es decir, quizá no es película para viejos. Los Coen no escatiman los tiros y las muertes y llegan a tal extremo que hasta se les podría aplicar el título de su primer largometraje: sangre fácil.
El tono de McCarthy, que analicé con motivo de la adaptación de 'La carretera' se huele desde el mismísimo inicio. El estilo de los diálogos e incluso la jerga y las incorrecciones gramaticales características de Texas, donde habita hoy en día el escritor, son el elemento que más destaca en esta película que parece que se te lanza a la cara con la misma indiferencia que demuestra el personaje de Bardem en su trato con los demás. En este sentido, Ethan y Joel Coen despliegan una sabiduría fabulosa al ser capaces de trasladar al lenguaje cinematográfico toda la crudeza de la prosa y los paisajes desiertos del autor. La manera en la que la película está realizada, es decir: los encuadres, el tempo, la ambientación… es para quitarse el sombrero, gesto muy habitual en los habitantes de esas zonas fronterizas.
Por increíblemente pulcra que sea esta faceta, compite con ella en cuanto a excelencia la de dirección de actores. No es por patriotismo –pues recientemente lo critiqué a fondo en 'El amor en los tiempos del cólera'—, pero Javier Bardem se merece el Oscar y todos los premios que le quieran dar. Por un lado, éste es un papel al que se adecua mucho mejor físicamente que el otro. Pero no sólo eso, su labor es magnífica. Ese gesto que es casi una mueca de risa, la frialdad de un psicópata y su manera de recitar los diálogos, componen un ser de lo más extraño y aterrador. Brolin tiene el gran mérito de causar mayor identificación que ningún otro de los protagonistas que aparecen en 'No es país para viejos'. Más incluso que Tommy Lee Jones, que también está perfecto, pero quizá destaca algo menos. Entre el resto del reparto de lujo se podría resaltar el breve papel de Woody Harrelson, que igualmente lo borda. Y los demás no merecen menos elogios, auque ir de uno en uno sería ocupar demasiado.
La resolución de la trama principal se realiza de forma anticlimática a propósito. A partir de este momento, 'No es país para viejos' cambia bruscamente de tono y de ritmo y los guionistas y directores comienzan a introducir largos diálogos que hasta ese momento se habían ahorrado en un afán de depuración y sobriedad muy loable. Por ello esta parte es quizá la más floja, aunque esto no significa que no esté bien llevada a cabo. Hasta entonces, las frivolidades de McCarthy estaban encajando perfectamente en el lenguaje cinematográfico y, sin embargo, es posible que la brusquedad del final resulte demasiado experimental. Pero está clarísimo que todo esto no mengua en absoluto la grandeza de la película.
En definitiva: un peliculón. Posiblemente el mejor de los hermanos Coen y apuesto a que uno de los mejores del año.
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