Salvo por contadas excepciones, tenemos ya más que asumido que el género de terror está de capa caída. Tanto es así que, a pesar de ser una seguidora de este estilo de films, me acerco al cine con las expectativas por los suelos cuando se trata de una cinta de miedo. Y el hecho de ir con pocas expectativas sólo puede hacer que me guste más, creedme, no hay nada peor que decepcionarte cuando te esperas mucho de algo. Por lo tanto, ‘Silencio desde el mal’ (‘Dead Silence’), de los guionistas, directores y productores de ‘Saw’, no ha resultado para mí un chasco en absoluto. Podría decir que más o menos responde a lo que me esperaba del film. Se trata de un producto que tiene alguna cosa salvable y que no es un desastre absoluto, pero que ni mucho menos se puede considerar una película buena o siquiera correcta.
Un joven matrimonio recibe en su casa un paquete anónimo que contiene un muñeco de ventrílocuo. A la mujer le hace gracia y lo esconde bajo una sábana para que asuste a su marido cuando éste vuelva de comprar comida preparada. Pero el susto se lo lleva porque es a ella a quien se encuentra bajo esa sábana, muerta y con la lengua arrancada. En el pueblo donde ambos cónyuges habían crecido se repetía una cancioncilla: “Cuidado que no te mire Mary Shaw. No tuvo hijos, sólo muñecos. Si la ves, no grites o te arrancará la lengua de cuajo”. Sospechoso del asesinato de su esposa, Jamie vuelve a su localidad natal para investigar. Su padre, con quien no se hablaba, ha sufrido un derrame y tiene ahora una nueva mujer. No puede ayudarle mucho, así que Jamie pregunta al enterrador y a su esposa. Termino de escribir esta sinopsis ahí, pero realmente no sé dónde parar porque el mayor problema de la película es que casi toda ella es planteamiento, casi toda ella tendría que contarse en una sinopsis. Una vez muere la mujer de Jamie, él se dedica a investigar y la mayor parte del metraje se les va a sus creadores en dar explicaciones. Donde debería haber escenas de terror, sólo tenemos diálogos aburridos, recuerdos y narraciones diversas que aportan muy poco y asustan menos aún. Si el hablar mucho fuese el precio que hay que pagar por disfrutar de un guión inteligente, adelante, que hablen. Pero lo peor es que hablan y hablan sólo para acumular un absurdo tras otro.
No es que sea visualmente más sutil que ‘Saw’, como ha justificado su director, sino que no hay apenas escenas que se pueda decir que corresponden a una película de terror. Por ejemplo, el segundo asesinato ocurre a la hora de película. Toda la investigación del protagonista encajaría mejor en un film de misterio o en un thriller, géneros que me encantan, pero que no se pueden fundir con el de ‘Dead Silence’. En una investigación necesitamos saber cómo encaja todo motivados por la curiosidad y por querer ejercer también de investigadores y ver si hemos acertado con nuestras sospechas. En un film sobrenatural, nada va a encajar en ninguna parte porque la intervención de fantasmas es impredecible, no responde a una lógica. Como todo puede ocurrir, no habrá ese tipo de curiosidad, esas ganas de saber si hemos acertado. Los alicientes de las películas de terror tienen que ser otros.
Por otro lado, de sutil, nada, pues las pocas veces en las que ocurren muertes, la imagen truculenta no se escatima en absoluto. Y no es que yo quiera que se escatime, lo digo únicamente como respuesta a la absurda excusa de James Wan. Creo que precisamente, ‘Silencio desde el mal’ peca de ser una película que no se ha atrevido a ir más lejos y por ello ha resultado muy poco impactante, muy poco efectiva. Se ha quedado en lo más superficial y convencional de la maldición y de la maldad de los muñecos. Ya que no es más intelectual en otros aspectos, habría sido preferible que tuviese elementos más perversos como los que tiene ‘Saw’.
Los actores son otro de los problemas. El protagonista, el joven australiano Ryan Kwanten, se pasa la película con cara de tonto y eso no ayuda a empatizar con él. El investigador que le acompaña, Donnie Wahlberg —hermano de Mark—, parece un chiste sobre polis. Los demás no tienen papeles relevantes, pero tampoco desde sus líneas contadas destacan como para merecer menciones personalizadas.
Hay un detalle muy curioso que es que cuando el muñeco diabólico procede a hacer una de las suyas, se dejan de escuchar la banda sonora y los efectos de sonido. Digo curioso porque los personajes pueden escuchar la música que no pertenece a la escena, como si se tratase de un chiste de ‘George of the Jungle’. Esto se demuestra en las reacciones del protagonista y en que incluso en un momento dice: “así es como empieza”.
El final es tan descabellado que puede producir risa, como me pareció risible que saliese un muñeco tan parecido al de ‘Saw’ y que la mala se llamase Shaw, pero todo pueden ser coincidencias. A pesar de eso, no se trata de una de ésas películas tan malas que hacen reír constantemente, sino que es sumamente anodina. Quizá porque está rodada con normalidad y porque parece que contase con un presupuesto medianamente decente. Pero, si os digo la verdad, no sé qué preferiría, casi sería mejor que hubiese sido más salchichera y más divertida.
*Explicación del titular de la crítica: “dummies” son muñecos, algunos recordaréis al grupo Crash Test Dummies, es decir, muñecos para probar coches en accidentes. Pero además, la palabra significa “torpe” o “cortito”, de ahí todos esos manuales como por ejemplo ‘Relaciones públicas para torpes’, que en inglés se llama “Public Relations for Dummies”.
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