Raoul Walsh fue uno de los grandes del séptimo arte, se coronó en la época del cine mudo con su impresionante 'El Ladrón de Bagdag', y después los años 30 no fueron precisamente su mejor época, aunque realizó 'La Gran Jornada' (protagonizada por un John Wayne mucho antes de 'La Diligencia'). Sin embargo no fue hasta justo antes de comenzar los 40 cuando Walsh empezó a dejarnos obras maestras inolvidables. Films como 'Los Violentos Años 20', 'La Pasión Ciega', 'Murieron con las Botas Puestas' u 'Objetivo Birmania' lo demuestran, o también 'Al Rojo Vivo', una de las cumbres del cine negro con esa antológica escena final de James Cagney "en la cima del mundo". 'El Arrabal' pertenece a la década de los 30 y fue una de sus películas más famosas en aquellos años, aunque esto probablemente se debiera a que estaba protagonizada por Wallace Beery y Jackie Cooper, los cuales formaron pareja en cuatro films de enorme éxito, siendo los mejores los magistrales 'Campeón' y 'La Isla del Tesoro'. Cooper fue uno de los actores infantiles más famosos de su generación (y un pelín insoportable, todo hay que decirlo), y es curioso como hasta finales de los 80 no dejó de trabajar, tanto de actor como de director (en series como 'Magnum' o 'Mash'), incluso podéis reconocerle como Perry White en 'Superman' y sus secuelas. Si a esos dos actores le sumamos la presencia de George Raft, una de las estrellas de aquellos años, el éxito del film estaba asegurado.
'El Arrabal' narra la historia de dos hombres que rivalizan con sus brigadas de bomberos en una zona de Nueva York conocida como El Arrabal, un sitio que parece demasiado pequeño para que convivan estos dos personajes. Todo se complicará aún más cuando entre en escena una joven chica que trabjará como criada para uno de ellos, pero secretamente vivirá un romance con su competidor.
La película es un producto el servicio total y absoluto de sus tres estrellas, que por aquel entonces gozaban del favor del público. Wallace Beery, enorme hasta decir basta, casi siempre realizando el mismo tipo de papel: hombre gruñón pero de corazón noble. Quizá fuera un poco histriónico, pero se metía al público en el bolsillo con suma facilidad. Por cierto, que el actor se llevó fatla con George Raft, que aquí interpreta digamos al galán de la historia. Los dos llegaron a pelearse de verdad en alguna de las escenas de la película, y tuvieron que separarlos (cuenta le leyenda que Beery dejó sin sentido a Raft durante varios minutos). Lo curioso del asunto es que en el film se ve a leguas que la compenetración entre ambos era perfecta, logrando una química pocas veces vista. Dos antagonistas enfrentados, pero que en el fondo darían la vida el uno por el otro. A su lado, Jackie Cooper, soltnado de vez en cuando algunas lagrimillas, como era habitual en él, y resultando por momentos tanto adorable como insoportable. Y como cuarta en discorida, Fay Wray, la inolvidable novia de King Kong, tan guapa como siempre, y haciendo un personaje menos complejo.
A pesar de que el film es un total divertimento en el que es imposible aburrirse, adolece de algunos bajones de ritmo y también de algunas incongruencias argumentales que no se sabe muy bien a qué vienen. Por ejemplo, las idas y venidas del personaje de Jackie Cooper, que incomresiblemente cambia de bando un poco forzadamente. El lío que se monta con cierto muñeco cuando es fácil desmotrar qué ha pasado realmente, o ese final que nos hace pensar que nada era para tanto.
Una película correcta, hoy prácticamente olvidada, pero que demuestra que Walsh era un perfecto narrador tuviera lo que tuviera entre manos. Pocas veces me ha aburrido Walsh, aunque no firmara, como éste es el caso, una gran película.