'Alas' es la primera película que ganó el Oscar al mejor film allá por 1927, una obra maestra de William A. Wellman que narraba hechos de la Primera Guerra Mundial y más concretamente sobre la Escuadrilla Lafayette, en la que ingresaron algunos jóvenes americanos para luchar por Francia en la contienda. El film en el que aparecía un jovencísimo Gary Cooper, estaba lleno de secuencias aéreas absolutamente impresionantes para la época. Años más tarde, el propio Wellman realizó una especie de remake del mencionado film, 'La Escuadrilla Lafayette', en la que por cierto aparecía un jovencísimo Clint Eastwood en un papel secundario (Wellman es uno de los directores favoritos de tito Clint), que ya no era tan inspirada como 'Alas', pero proporcionaba un entretenimiento más que digno. Ambas películas tienen una poderosa influencia sobre 'Flyboys: Héroes del Aire' que este viernes se estrena entre nosotros.
Su argumento gira en torno a la famosa Escuadrilla Lafayette, en la que un pequeño número de americanos ingresarán por las más diversas razones. En Francia encontrarán una oportunidad para ser alguien y demostrarles al mundo que valen para algo. Tópico hasta decir basta y sin ningún tipo de sorpresa.
Lo más llamativo de esta película es que es una superproducción en toda regla, con un despliegue de medios envidiable. Sobresalen sobre todo la dirección artística, que recrea tanto hangares con aviones, como un campo de batalla con numerosas trincheras, como escenas con masas, como un montón de cosas más. A su lado unos efectos visuales más que buenos, perfectamente expuestos en las escenás aéreas, probablemente las mejores escenas de la película, incluídos retoques de ordenador. A pesar de los tiempos que corremos, en los que el más difícil todavía está a la orden del día, en dichas escenas no se pasa la raya de lo increíble, o mejor dicho, de lo enormemente fantasma, como dicen algunos. Hay espectacularidad, la cual no se confunde con aparatosidad. Son escenas llenas de ritmo y bastante bien filmadas. Pero ahí se acaba todo.
Al film le falta algo que demandan este tipo de films: emoción. Una historia que dura dos horas y veinte minutos, en la que hay tiempo para la guerra y el amor, está carente de lo más importante, lograr transmitir al público esas emociones. Y de nada vale que una machacante y épica música, obra de Trevor Rabin, adorne todos y cada uno de los instantes de la película como si se tratasen de momentos maravillosos. Por otro lado el film es un enorme topicazo de principio a fin, los diálogos los hemos oído mil y unas veces en otras películas y de la misma manera. Los personajes otro tanto de lo mismo, el típico joven que huye de la justicia y en un nuevo lugar logra remidirse, el joven de color que harto del racismo sueña con un mundo donde la diferencias entre blancos y negros no existan, la chica francesa que se enamora del piloto americano al que por cierto cura de sus heridas después de un accidente, el superior que termina admirando a alguno de los jóvenes, los gilipollas que primero rechazan a los protagonistas y después de una primera misión los aceptan en su grupo de borrachos, y así podríamos estar hasta el día del juicio final.
Los actores tampocos ayudan demasiado a que el film sobresalga por encima de la media, aunque tampoco molestan mucho. James Franco es el protagonista absoluto, con su eterna cara de sufridor incluso cuando sonríe, y él solo eclipsa a sus compañeros de reparto, y cuando digo eclipsa me refiero a que chupa más cámara que nadie, incluso que Martin Henderson, que realiza el papel más interesante de todos, el de solitario piloto que ha perdido a todos sus amigos. También aparece Jean Reno, supongo que para darle algo de "nombre" a la película, pero su participación se limita a un par de escenas en las que no se le ve muy entregado.
Un flojo film que significó además la vuelta del actor metido a director, Tony Bill, a la dirección de largometrajes después de un larga temporada dirigiendo televisión. No sé lo que le vió Bill a este proyecto para querer hacerse cargo de él, o si simplemente ha sido un encargo del que no se ha podido librar. Aún así ha logrado vestir la película con todos los elementos típicos de las superproducciones, y sin embargo el film no ha obtenido el éxito deseado, algo incomprensible por otro lado. Aquí probablemente corra la misma suerte, y es que la gente ya no está interesada en este tipo de historias. Menos mal, porque para contar una de estas historias llenas de épica y grandeza hay que ponerle bastante más pasión, como la que le ponía William A. Wellman.
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