'Borat': Miedo y asco en los EE UU (y carcajadas también)

'Borat': Miedo y asco en los EE UU (y carcajadas también)
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Al igual que me pasó con Scoop, me acerqué este puente a ver Borat después de escuchar y leer opiniones tan diferentes, que no tenía ni la más remota idea de lo que me iba a encontrar.

Según contaba Chico Viejo, me iba a divertir bastante, pero si me pasaba como a Red Stovall iba a sufrir, en el mejor de los casos, un rato aburrido y desagradable.

Al final tuve suerte, y me pasé riendo a carcajadas la mayor parte de la película, gracias a sus buenas dosis de provocación, mezcladas con la cara que se les quedaba a los supuestos “no actores” ante las salvajadas que les soltaba un falso reportero de un falso Kazajistán, sin dejar de sonreír y sin apenas pestañear.

A pesar de que una vez visto el film, dan ganas de contar una por una todas las barbaridades que allí ocurren, no voy a empezar a hacer una lista, ya que para los que no lo han visto no tendrían ni pizca de gracia, y para los que (como yo) se han reído con ellas, seguro que son más que obvias.

Borat funciona como comedia, desvergonzada, grosera, e incluso escatológica, aunque si tenemos en cuenta la parte rodada como posible documental (al final siempre queda la duda de que así sea), da más miedo y asco, que El resplandor y La Matanza de Texas juntos.

Momentos como el del rodeo, en los que el público aplaude y vitorea unas consignas a favor de la guerra de Irak, o el que protagonizan unos chicos que se dedican a beber e insultar a las mujeres rusas, realmente ponen los pelos de punta.

Y aquí ya no estoy hablando de humor políticamente incorrecto (que la verdad es que ni siquiera me parece que lo sea tanto) si no de esa realidad que pertenece a nuestro lado más inhumano, que tan cómodamente conseguimos esquivar a diario con otros pensamientos.

¿Qué ya sabemos que hay personas así en el mundo? Por supuesto. Pero duele haberlas visto tan de cerca, con el desconcierto añadido de haber disfrutado de lo lindo mientras se contemplaban en pantalla semejantes miserias.

Después de todo el jolgorio, todavía queda espacio para la reflexión, y que conste que cuando me refiero a esos personajes temibles y repugnantes, en ningún caso pienso que representan únicamente parte de la sociedad norteamericana. Miedo me da imaginarme qué pasaría, si Borat nos visitara a nosotros.

Con todo esto que quiero decir, que no sé si Borat se recordará dentro de unos años o no (a pesar de mis amplios conocimientos sobre el Tarot), pero si a alguien se le ocurre verla dentro de un siglo, sin duda se encontrará con un fiel reflejo de los días que estamos viviendo.

En Blogdecine | Borat

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