Clive Arrindell ha sido, durante los últimos seis años (y cobrando un buen dinero para tener una dedicación exclusiva... a un spot al año), "el calvo de la lotería", es decir, el protagonista de los spots publicitarios que anuncian el sorteo extraordinario de navidad. Miles y miles de euros se juegan cada año en este sorteo, y sus anuncios se han convertido desde hace ya mucho tiempo, junto a los de El Corte Inglés (que anuncian la navidad desde prácticamente octubre), en el pistoletazo de salida del ambiente de consumo navideño.
Y, desde hace unas semanas, sabemos que "el calvo" no será el encargado de anunciarnos este año la lluvia de millones. La agencia francesa Publicis, creadora del personaje y encargada de la misma durante estos años, se ha visto relevada por la española Ricardo Pérez Asociados. Y, al parecer, los motivos están en que "el personaje canibalizaba el mensaje". Es decir, que la gente acababa recordando más al personaje que al mensaje...
Personalmente, creo que es un error. Lo que todos los publicistas del mundo están deseando es hacerle un hueco a sus productos en la mente de los consumidores. Y "el calvo de la lotería" se había convertido en una institución que, al aparecer en pantalla soplando sus bolitas, era inmediatamente asociado al Sorteo de Navidad. ¿Qué más da el mensaje que haya detrás? Al fin y al cabo, siempre es el mismo: es navidad, llega la lotería, compra que te puede tocar a tí. Lo podemos hacer en color, en blanco y negro, con imágenes modernas o con imágenes antiguas... pero las diferencias son irrelevantes. Así que quitar al "calvo" es eliminar de un plumazo una imagen de marca que se ha tardado 6 años en construir. No parece muy lógico.
Por otro lado, tiendo a pensar que las campañas publicitarias tienen un impacto muy limitado en las ventas de lotería (hablo de la campaña navideña, la de verano sí me parece necesaria para recordar, fuera de temporada, la existencia del sorteo... aunque parece que cierta influencia sí que tenía). Todo el mundo sabe que existe la lotería, y es una auténtica tradición comprar. Tampoco hay competencia, es "el sorteo" por excelencia. Y los medios de comunicación ya se encargan, sin pagos de por medio (bastante tienen con la cantidad de horas y horas de programación que rellenan a costa del dichoso sorteo), de promocionarlo. ¿Tiene sentido entonces la explicación de que si no se cambiaba el enfoque de la campaña, las ventas sufrirían un descenso notable que serviría para justificar el cambio? A mí me suena raro