Hablar de 'Yojimbo' significa hacerlo de muchas cosas. Significa hablar de injusticia, de cobardía, de valentía, de matar sin piedad, de venderse al mejor postor sin tener en cuenta unos principios morales, o como decía Bruce Willis en el excelente y olvidado remake de esta película, de la maldición de venir al mundo sin conciencia. Y es que el mítico largometrake de Kurosawa es mucho más que una simple película de samurais. Inteligentemente vestida como película de acción, si se le puede llamar así, 'Yojimbo' es un reflejo de la miseria humana, de lo bajo que se puede caer, habiendo poco espacio para la comprensión o lo que es correcto o no. A través de un personaje fascinante, llamado Sanjuro, vemos todas estas cosas y se nos sugieren muchas más. Porque muchas veces en el cine es mejor sugerir que mostrar.
En 'Yojimbo' se nos narra la historia de un samurai que un día llega a un pequeño pueblo en el que hay dos bandas divididas y enfrentadas a muerte. Pensando que puede hacer mucho dinero se aprovechará de tal situación para vender sus servicios al mejor postor. Pronto los dos bandos se pelerán por conseguir al samurai y tenerlo de su lado. Éste no dudará en hacer cualquier cosa por ganar unas monedas, incluso pertenecer a los dos bandos. Una típica historia, en apariencia, y que Kurosawa ha vestido de film de samurais, pero no niega un estilo heredado directamente del western, sobre todo en la temática. Hay momentos en los que parece que detrás de alguna casa va a salir uno de esos pistoleros que había en una de tantas películas clásicas admiradas por el direcor japonés. En un momento dado y no por casualidad, uno de los personajes, un mercenario contratado, porta dos revólveres con los que va despachando al personal.
Kurosawa dirige el film con mano firme (no se podía esperar menos de él) y navega por todos los recovecos del pequeño pueblo acompañando a nuestro protagonista siendo testigo de los distintos personajes que lo habitan y de sus distintas formas de ver la vida. El tabernero envidioso de que su vecino tenga mucho trabajo haciendo ataúdes, el policía del pueblo, un ser miserable hasta la médula; los jefes de ambos clanes, deseosos de acabar con su respectivo oponente pero enormemente cobardes; la mujer de uno de los jefes, maquiavélicamente femenina; la pareja de enamorados, que suponen el único atisbo de esperanza en un microcosmos que se hunde por sí solo. Y así podríamos seguir hasta desmenuzar cada uno de los individuos que pululan por el film. Todos tienen una misión, por así decirlo, todos tienen un porqué.
Y cómo no, el personaje principal, el samurai Sanjuro. Un asesino sin piedad alguna y sin remordimientos, que todo lo hace por dinero, aunque tenga un par de acciones correctas y bondadosas pero que no lo redimen de su forma de vida. Está interpretado por el gran Toshiro Mifune, uno de los actores fetiche de Kurosawa, y hay que decir que está impresionante. Su rostro hierático le proporciona al personaje la dimensión necesaria. En todo momento le tememos y al mismo tiempo nos resulta enormemente fascinante. Su rostro callado dice mucho más que cuando habla. Citar al respecto, un momento en el que el personaje sale de un barril en el que estaba escondido y se poner a sonreir. Es un momento llamativo y casi terrorífico.
Las escenas de lucha están impecablemente filmadas, son concisas y tienen fuerza. Hay menos de las que cabría esperar pero todas tienen un esperado impacto en el espectador. Sobresale entre todas ellas el enfrentamiento final filmado con una precisión que asusta, donde el montaje alcanza su máximo esplendor. Y es que técnicamente el film es irreprochable. Kurosawa mueve la cámara con una facilidad que parece que ha nacido con ella. Sobresale también la escena en la que Sanjuro llega al pueblo, un prodigio de escena de la que ya podían aprender mucho directores actuales. Por cierto, 'Yojimbo' data de 1961 pero es de una modernidad pasmosa.
Quizá tiene algún punto débil en el planteamiento de su historia. Por ejemplo, las motivaciones de las bandas enfrentadas entre sí. Se odian a muerte y apenas sabemos nada del porqué. Tal vez Kurosawa haya querido hablar de lo ridículo que es odiarse, de lo inútil que es pelear sea por la razón que sea, pero en un film tan perfectamente acabado en todos sus aspectos ese detalle flojea. Aún así es un mal menor.
Una película magnífica, llena de matices y que nos deja un gran sabor de boca. Kurosawa volvería sobre el personaje un año después con la mucho menos conocida 'Sanjuro' y de la que ya hablaré. A su vez también dio lugar a un remake que en un principio no se vendió como tal, hasta que Kurosawa interpuso una demanda legal que por supuesto ganó. Dicho remake significó también el inicio de una leyenda del cine, aún viva y con mucho qué decir.