'La Dama de Shangai', qué grande es el Cine

'La Dama de Shangai', qué grande es el Cine
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Regalarle algo a un cinéfilo es bastante fácil; con una película puedes hacerle la persona más feliz del mundo. El problema, a veces, es escoger la película en cuestión. En ocasiones se necesita ayuda (algo así como una lista de bodas, pero sólo de películas); en otras no. Un par de veces al año, un gran amigo y yo, nos regalamos mutuamente un par de títulos que sabemos que el otro desea tener. Esta vez tocó esta película de Orson Welles, que la verdad, tenía olvidadísima; de hecho, sólo recordaba la famosa secuencia final de los espejos.

Michael O´Hara es un hombre normal y corriente, que una solitaria noche conoce a una mujer enormemente fascinante, para la que acabará trabajando en su pequeño barco, y cómo no, enamorándose de ella. Debido a esa fascinación, se verá envuelto, muy a su pesar, en un peligroso juego de intriga y asesinatos.

Realizada en 1947 por el gran Orson Welles en su época de mayor esplendor creativo, fue tratada muchas veces cómo una obra menor en su filmografía. Nada más lejos de la realidad, porque esta película es una auténtica muestra del buen hacer de este genio del cine. Y al igual que el personaje de Welles se sentía atraído por la fascinación de Rita Hayworth, el espectador queda atrapado desde el primer minuto al último, por el enorme poder de fascinación que la película posee en absolutamente todos sus aspectos. Y es que uno de los mayores logros de Welles, fue el de saber combinar todos los elementos de los que disponía para acabar realizando un film casi inclasificable.

Su guión, enormemente conciso, lleno de giros, y cargado de diálogos sublimes dignos de ser enmarcados. Atención a la conversación final entre Welles y Hayworth, absolutamente impagable. Su narración, con una fuerza pocas veces vista, y un enorme gusto por lo extraño, por decirlo de alguna manera. Ya el inicio es extraño, con una situación aparentemente forzada, pero que engancha rápidamente al espectador, gracias al poder de sugestión que poseen las imágenes de Welles.

Y es que la puesta en escena es de las de quitarse el sombrero. Jugando maravillosamente con el blanco y negro, más los grises, gracias a la fotografía de Charles Laughton Jr, ayudado por Rudolph Maté y Joseph Walker. Y usando la cámara de forma impresionantemente única, con movimientos arriesgados, y travellings innovadores, cuyo máximo exponente terminaría cuajando en esa obra maestra titulada 'Sed de Mal'.

En tan sólo 83 minutos de duración, en otra lección de cómo contar una historia en poco tiempo, Welles mezcla misterio, drama y sexualidad de forma tan atrayente, que es imposible olvidar este film, enormemente influyente en el cine posterior, y diez millones de veces imitado, pero jamás superado. A ello contribuye, cómo no, la presencia de Rita Hayworth, tan fascinante cómo en 'Gilda', y componiendo un personaje de mujer fatal, que por derecho propio, está en el Olimpo del Cine a la altura de Barbara Stanwyck en 'Perdición', o Jane Greer en 'Retorno al Pasado', obras cumbres del cine negro. Mujeres que ejercen un enorme poder sobre los hombres que las rodean, los cuales terminan enamorándose y llegando a hacer atroces locuras por ellas. En ese grupo podría hablar también de la maravillosa Gene Tierney en 'Laura', pero de esa película hablaré cuando el próximo mes de Febrero se edite en dvd en nuestro país (¡¡POR FIN!!).

Una película magistral, de esas que hacen que amemos el cine, y nos acordemos de una frase, que era el título de un programa de televisión: ¡Qué grande es el Cine! Gracias Welles. Gracias Fox.

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