Muchas veces he dicho que no tenía especial interés en ver esta película, pues me parecía muy difícil igualar o superar una de las películas fundamentales en la Historia del Cine, un clásico indiscutible que debería ser visto por todas las generaciones. No obstante, y cómo también he dicho aquí, mi desinteresado interés (valga la redundancia) fué creciendo a medida que iba viendo el trailer o algunas escenas. Después, cuando se estrenó, las críticas en la prensa especializada iban siendo muy positivas. Si a eso sumamos que mis compañeros Antonio Toca y Teresa, se deshacían en elogios hacia la película, pues yo ya me moría por verla, y en verdad esperaba algo grande, asi que el pasado domingo por la noche, y en la mejor de las compañías, entré entusiasmado en una sala de cine dispuesto a ver la última megaobra de Peter Jackson, a quién desde luego le di un voto de confianza, porque aunque se atrevió con un gran clásico, tiene el precedente de haber realizado la trilogía de los anillos, que a mí personalmente me encanta.
¿Y qué me encuentro? pues con un chiste... que dura tres horas... y en ciertos momentos no tiene la más mínima gracia, y lo que es peor, según pasan los días, corre el peligro de morir en mis recuerdos, y eso es lo peor que le puede pasar a una película, perdón, a un chiste. Pero vayamos por partes, no voy a hablar de su argumento porque a estas alturas todo el mundo se lo debe de saber de memoria, porque estoy seguro de que todos han visto la versión de Merian C. Cooper y Ernest B. Shoedsack...
Para empezar, Jackson emplea tres horas en contar una historia que no necesita todo ese tiempo para ser contada, y con eso no estoy diciendo que no sea entretenida, pero tampoco es ese GRAN ENTRETENIMIENTO. Durante la primera hora, el director nos presenta a unos personajes que, después de una de las peores elipsis que he visto en mi vida, no valen absolutamente para nada. Y en medio, algunos de ellos sufren un cambio radical, pasan de ser guionistas de Hollywood a convertirse en superhéroes que les dan codazos a velociraptores, mientras corren entre una manada de dionosaurios gigantes a los que esquivan dando supersaltos, ¡por favooor! ¿es o no es un chiste? Por no hablar de las imposibilidades físicas que sufre el personaje que interpreta Naomi Watts en manos de Kong: la vapulea y zarandea, se la pasa de mano en mano, como si fuera una pelota de tenis, y la tía ni se marea. De hecho la primera vez que la coge, según está mostrado debería haberle separado el cuerpo de los brazos, ya que está fuertemente atada (este detalle está cuidado a la perfección en la versión antigua). Y que nadie me venga con lo de la credibilidad, porque me creo que haya dinosaurios y un gorila gigante, pero no ese tipo de chorradas, que hacen que te eches las manos a la cabeza, y preguntarte si no te estarán tomando el pelo. Y ya no hablemos de algunos personajes en concreto, como el de Jack Black, muy mal aprovechado y retratado.
Cuando uno se fija en este tipo de cosas en una película, algo falla, y en este caso es muy sencillo, la historia no interesa, y no es porque nos la conozcamos, es que Jackson se ha olvidado del significado de una palabra, presente en sus anteriores películas, y ya no digamos en aquellos films de los años dorados de Hollywood, y a los que el director pretende homenajear: EMOCIÓN. Hay pequeños atisbos de ella en secuencias íntimas, pero en las de acción no asoma ni los más mínimo.
Además es una película redundante, no sólo nos muestra muy evidentemente las cosas, nos las explica, cómo si no fuéramos a entenderlas, y si no, atentos a la frase con la que se cierra la película, que me parece un completo insulto a la inteligencia del espectador.
La historia de amor tan comentada, no sólo no es creíble, si no que posee alguno de los momentos más ridículos jamás vistos en una pantalla, como aquél en el que Ann (Naomi Watts) hace tonterías para caer simpática al mono. El problema es que la humanización de la bestia está tan lograda y es tan del agrado del público, que puede confundirse, y creerse la historia de amistad, perdón, amor.
Pero la película tiene sus cosas buenas; para empezar yo diría que es la película con los mejores efectos visuales de toda la Historia del Cine, verdaderamente impresionantes con los que continuamente te quedas con la boca abierta, ahí sí la película se sale. Sin embargo, muchas escenas están metidas a calzador, única y exclusivamente para mostrar un alarde de efectos que, vuelvo a repetir, son impresionantes. El Oscar está cantado en ese aspecto, y hay secuencias para la historia, como la lucha de Kong con tres dinosaurios, o toda la parte final en el Empire State, pero sólo son perfectas técnicamente, les falta alma, excluyendo eso sí, a Kong, que hay que reconocer que la película gana enteros cuando él está en pantalla, y una nominación al Oscar al mejor actor no estaría mal, por que volviendo a lo antes citado sobre la humanización del gorila, Jackson se ha lucido en ese aspecto, logrando, ya era hora, que un personaje digital actúe.
También merece especial mención Naomi Watts, la mejor con diferencia, de todo el reparto. Hace probablemente la que es su mejor interpretación, esa actriz que sueña con el éxito, pero que no se vende por nada y es fiel a sus principios. Watts capta muy bien la esencia de las actrices de la época y casi parece que estemos viendo a una actriz de aquellos años. Es una pena que tenga que hacer el mono (nunca mejor dicho) en algunas escenas. El resto de actores tienen un pase, pero tampoco sobresalen especialmente. Andy Serkis, que hace doblete, está bastante exagerado como el cocinero del barco.
En resumidas cuentas, una película fallida, que parece dirigida por el Jackson niño que vió el clásico de 1933, y no por el Jackson adulto que ha demostrado saber de cine. He leído por ahí que igualaba al original, incluso que era mejor; la tildan de obra maestra en muchos sitios y que es un enorme film con un gran sentido de la aventura. Michael Curtiz, Henry Hathaway, Howard Hawks, Jacques Tourneur, Robert Siodmak, Allan Dwan, Raoul Walsh, John Huston, Steven Spielberg, Frtiz Lang y muchos más, fueron auténticos maestros en definir la palabra AVENTURA. Hasta si me apuran, gente como Jerry Hopper o André de Toth tenían más sentido aventurero que Jackson en su última película. Cito los autores, porque citar las películas que los hicieron grandes me llevaría mucho tiempo. Bueno, me olvidaba de dos, aunque los he citado antes, Merian C. Cooper y Ernest B. Shoedsack, por motivos evidentes, por cierto, de este útlimo recomiendo el visionado de 'El Malvado Zaroff', otra de esas lecciones de cine, que intentaron copiar muchas veces, y al igual que en este caso, no lo han conseguido.