Mientras Woody Allen presentaba Match Point en el Festival de Cannes, aproveché para alquilar en DVD, Melinda y Melinda, su último trabajo disponible, y me llevé una grata sorpresa.
Puedo afirmar que disfruté con casi todas las películas de Woody Allen, aunque la intensidad se iba reduciendo a medida que las obras eran más recientes en el tiempo. Y no porque pensara, como muchos piensan, que el director siempre hace la misma película, todo lo contrario, creo que cada vez me gustaban menos, porque me costaba reconocer en ellas su particular esencia.
Melinda y Melinda, narra a través de un mismo inicio dos desenlaces distintos. La protagonista irrumpe por sorpresa en una cena de amigos, y esta anécdota le servirá a dos escritores para desarrollar sus opuestos puntos de vista. Por un lado, un drama, que nos enfrente a la realidad de la vida y por el otro, una comedia con la que poder evadirnos, precisamente de ese lado trágico.
También recupera los diálogos ingeniosos, los clubs nocturnos, los cigarrillos y esa mezcla perfectamente equilibrada de dulce y amargo, que tan bien aplicó antes, para hablar del amor, en películas como Annie Hall, Manhattan o Hannah y sus hermanas.
La sensación que transmite Melinda y Melinda es que al director todavía le quedan muchas cosas que contar, y lo que es todavía más esperanzador, añadiendo nuevos matices, formas, situaciones, que invitan a profundizar más todavía en los temas que ha ido desarrollando a lo largo de su extensa carrera.
Para finalizar, un reparto bien escogido, encabezado por Radha Mitchell, cautivadora en sus dos personalidades, acompañada de un inesperado Will Ferrell, que ha sabido desprenderse de sus papeles anteriores y convertirse en un digno alter ego de este gran maestro de la comedia, que es Woody Allen.